Artículo publicado en Zoom News el 9 de Septiembre de 2014 por Pedro González
– Los laboristas prometen más concesiones a cambio de permanecer en el Reino Unido.
– El voto del 8% de los aún indecisos será determinante en el resultado de la consulta del 18 de septiembre.
Un terremoto. Tal era la sacudida que experimentó este pasado fin de semana el establishment británico al leer el sondeo del Instituto YouGov, publicado por The Sunday Times sobre las intenciones de voto en el próximo referéndum sobre la independencia de Escocia. Por primera vez, los que avanzaban su intención de votar en favor de una separación del Reino Unido, 51%, superaban a los que se decantaban, 49%, por mantenerse dentro de la Unión, rubricada junto con País de Gales en 1707.
No se tiene en cuenta en tal encuesta al 8% de los votantes que aún se muestran indecisos respecto de la papeleta que escogerán el próximo día 18, y que les convierte en última instancia en los auténticos árbitros de la consulta. En todo caso, el progreso de quienes han ido modulando su parecer hasta decantarse por romper sus lazos con Londres ha sido espectacular. De los 22 puntos de ventaja con que contaba el «no» hace apenas tres meses, se ha pasado a este vuelco radical, que ha provocado no solo la máxima inquietud en el Gobierno del conservador David Cameron sino incluso en el mismo Palacio de Buckingham. La reina Isabel II ha pedido ser informada al minuto de la evolución de los acontecimientos, tal es la importancia que concede a la posible separación de Escocia.
Un diputado conservador, Edward Leigh, calificaba la pasada semana en la Cámara de los Comunes de «humillación nacional de proporciones catastróficas» la posible pérdida de Escocia para el Reino Unido. Un desastre, en consecuencia, que también se abatiría sobre el Partido Laborista. Los conservadores solo tienen un diputado escocés, pero los laboristas escoceses aportan nada menos que 40 a la sede de la soberanía nacional.
Es por ello que el jefe de filas del laborismo, Ed Miliband, ha lanzado a todas sus huestes parlamentarias a recorrer puerta a puerta todas las ciudades y regiones de Escocia para convencer a sus habitantes de que voten «no» en el referéndum. Miliband se anticipa a la presunta catástrofe al cimentar semejante campaña en que, si Escocia rechaza seguir dentro del Reino Unido, y los laboristas ganan las próximas elecciones generales de 2015, él procederá a nuevas transferencias suplementarias de competencias al gobierno de Edimburgo.
En la misma línea de esta ofensiva otro laborista escocés, el ex primer ministro británico Gordon Brown, preconiza avanzar incluso el debate en los Comunes sobre ese proceso de nuevas transferencias (devolution), apenas celebrado el referéndum. Pero, a la vista del sondeo ni él ni Miliband logran contener lo que se califica ya de auténtica marea independentista.
El salto cualitativo a favor del sí a la secesión se ha acentuado a raíz del segundo debate televisado por la BBC el 25 de agosto, y ganado ampliamente por el líder del Partido Nacionalista Escocés (SNP) Alex Salmond frente al líder del movimiento Better Together (Mejor Juntos), Alistair Darling. Salmond se resarció de su derrota en el primer debate y se concentró en calificar al laborista Darling de «cómplice» de las severas medidas de austeridad aprobadas en Westminster, que Salmond elevó a la categoría de «símbolo de la opresión británica» sobre Escocia.
No parecen, pues, haber surtido efecto las advertencias respecto del incierto futuro que aguardaría a los 5 millones de escoceses en el caso de ruptura con el Reino Unido, antes bien parece que los electores creen más las aseveraciones de Salmond respecto de que «Escocia, independiente, sería uno de los países más ricos del mundo».
A este respecto, numerosos debates contraponen estimaciones muy diferentes a propósito de la principal riqueza con que contaría esa nueva Escocia, el petróleo del Mar del Norte, cuyas reservas oscilarían entre los 10.000 millones de barriles que estima Londres y los 24.000 en que los cifra el Libro Blanco de la Independencia de Salmond.
Tampoco parece afectar a los votantes que se decantan por la separación las advertencias relativas a la insostenibilidad de las pensiones, al mantenimiento de la libra esterlina y, sobre todo, a la salida ipso facto de la Unión Europea de una Escocia escindida. Salmond se afana en reiterar que los términos del referéndum acordados por él y Cameron prevén aceptar el resultado de la consulta, sea cual sea, y negociar posteriormente todos los flecos derivados del hipotético divorcio.
Aún con todas las características distintas que puedan existir, lo que ocurra en Escocia el próximo día 18 de septiembre incidirá de una u otra manera en no pocos territorios europeos con aspiraciones similares, desde Cataluña a Flandes, pasando por Córcega, Scania o la Padania. Un triunfo del «sí» será irreversible. Una victoria ajustada del «no» puede significar que los frustrados aspirantes a la independencia exijan una nueva consulta al cabo de pocos años.