Artículo publicado por Xavier Batalla en La Vanguardia el 19 de Junio de 2010.
El 16 de julio de 1945 fue un día especial en el desierto de Nuevo México (Estados Unidos). El sol pareció salir dos veces. La segunda vez el horizonte se iluminó como solía corresponder a un día estival. La primera anunció una nueva era. Horas después, apenas iniciada la conferencia que Harry Truman, Winston Churchill y Iosif Stalin celebraban en Potsdam, el presidente estadounidense recibió este mensaje: Baby well born. El bebé que había nacido bien era la bomba atómica.
Alamogordo proporcionó a Estados Unidos el monopolio de la bomba atómica, utilizada por primera vez, el 6 de agosto de 1945, contra Hiroshima. Pero el monopolio estadounidense duró poco, ya que la Unión Soviética realizó su primera prueba nuclear en 1949. Y en la guerra fría el número de armas nucleares llegó a ser de casi 70.000, lo que dio paso al equilibrio del terror, cuyo momento culminante se alcanzó con la crisis de los misiles, en 1962, cuando el mundo estuvo al borde del abismo.
Barack Obama tiene ahora la visión de un mundo sin armas nucleares. No es el primer presidente estadounidense que la tiene. Dwight Eisenhower también la tuvo. Y Ronald Reagan dijo que esperaba que llegaría el día en que el mundo se deshiciera del armamento nuclear. Pero el mundo de Obama es distinto. En la guerra fría, el equilibrio del terror, consecuencia de que las dos superpotencias poseyeran la bomba atómica, hizo que Raymond Aron acertara al calificar la situación de «paz imposible, guerra impensable». Pero la disuasión nuclear no impidió el 11 de septiembre.
La disuasión nuclear, que funcionó bajo la amenaza del desastre total cuando el mundo era bipolar, aún funciona entre los estados. ¿Es realista entonces la visión de un horizonte desnuclearizado en un mundo multipolar? Un seminario internacional organizado en Toledo por la Asociación de Periodistas Europeos (APE) ha discutido la cuestión esta semana. Y los resultados han sido ambivalentes. La gran novedad es que la idea del cero nuclear es impulsada ahora desde la presidencia de Estados Unidos, aunque el propio Obama ha declarado que no espera verlo mañana por la mañana. En un mundo donde existen más de 23.000 armas nucleares, cuyo potencial equivale a más de 150.000 explosiones como la de Hiroshima, el desarme se explica desde la racionalidad. El secreto del armamento nuclear es su no empleo. Entonces, ¿para qué sirve? «No hay valor alguno en la utilización de las armas nucleares; esta es la razón por la que podríamos desprendernos de ellas, y la OTAN es favorable a la iniciativa de Obama, pero piensa que la disuasión es aún necesaria, aunque ya en menor grado», afirmó Carlos Miranda, embajador de España ante la Alianza Atlántica. Y ¿qué opinan los rusos? Washington y Moscú firmaron el pasado mes de abril un acuerdo para reducir sus arsenales estratégicos, pero los rusos, con un armamento convencional inferior, no parecen dispuestos a ir mucho más lejos. «La disuasión aún funciona, y un mundo sin armas nucleares es una utopía que sólo es posible en otro escenario: cuando se resuelvan todos los conflictos», afirmó en Toledo Yuri Belobrov, miembro de la Academia Diplomática de Rusia. Es decir, para él, nunca.
Algunos de los cambios que conllevaría el cero nuclear se oponen precisamente a la eliminación total. François Heisbourg, presidente del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres (IISS), afirmó que «la fragilidad de la disuasión nuclear es evidente en un mundo multipolar», pero, al mismo tiempo, describió algunas consecuencias de un mundo sin la bomba. «Si Rusia no tuviera la bomba, habría renunciado a lo único que le hace ser una superpotencia. Si Francia y Gran Bretaña se desarmaran, Europa sería más Suiza que nunca. India y Pakistán, que ya han librado tres guerras convencionales, podrían volver a pelearse, cosa que no han hecho desde que tienen la bomba. Sin armas nucleares, Israel dependería aún más de Washington. Y si Japón viera que iba a perder el paraguas estadounidense, fabricaría la bomba», dijo.
El general Klaus Naumann, ex presidente del Comité Militar de la OTAN, ha escrito en Europe’s World que el cero nuclear dependerá de «la creación de las condiciones políticas que permitan descartar las guerras de agresión, tanto a escala regional como global, lo que haría que el armamento nuclear fuera considerado superfluo». Pero ¿qué debe ser entonces lo primero: el huevo, que podría ser la solución política de los conflictos, o la gallina, que representaría la idea de un mundo sin la bomba? El cero nuclear es difícil que se alcance, pero no mucho más que el final de la guerra.