Un experto es alguien que sabe cada vez más sobre cada vez menos

Palabras de Fran Sevilla en la entrega del XVI Premio "Madariaga"

Fran Sevilla lee su discurso durante la ceremonia de entrega del Premio "Salvador de Madariaga"

Permítanme que empiece estas palabras citando una frase de Salvador de Madariaga: Un Experto es alguien que sabe cada vez más sobre cada vez menos, hasta llegar a conocerlo absolutamente todo sobre nada.

Así se siente uno, así me siento yo, después de muchos años de recorrer el mundo o quizás debiera decir de recorrer la periferia del mundo, la periferia vista desde Europa, es decir, los confines del mundo.

Yo vengo de los confines, regresé, una vez más, anteayer. Los he ido recorriendo, esos confines, a lo largo de este largo tiempo en el que las muchas certezas y pocas dudas que me alumbraban al principio del camino se han ido transformando en las pocas certezas y muchas dudas que me asaltan ahora.

Hoy me siento, en el espíritu de la frase de Madariaga, un experto que sabe cada vez más sobre cada vez menos, hoy siento que lo conozco casi todo sobre casi nada.

En ese deambular por un mundo periférico, distinto, diferente, hay una ecuación difícil de resolver: la ecuación de Europa frente al resto del mundo. Es una ecuación llena de contradicciones, cargada de sentimientos enfrentados.

Desde los confines por los que he transitado y por los que sigo transitando, Europa es al mismo tiempo un faro y una barrera.

Europa es un faro que alumbra, que indica el puerto al que a muchos les gustaría arribar. Europa es hoy un espacio de libertad, de convivencia, de democracia, de tolerancia que no tiene comparación con ningún otro espacio geográfico y político en nuestro planeta.

Esa es una de las pocas certezas. Las dudas tienen que ver con si sabremos mantenerlo y entender que es más importante conservar ese espacio común que volver al provincianismo tribal que tanta sangre derramó a lo largo de la historia.

Pero les decía que Europa también es una barrera, vista desde los confines. Y lo es en la medida en que nuestro espacio europeo se bunkeriza, se cierra sobre sí mismo, se insensibiliza ante la otra realidad de la periferia. Una realidad a menudo dramática.

Estar relativamente orgullosos de nuestro presente como europeos no nos debe llevar necesariamente a estar siempre orgullosos de nuestro pasado, con luces pero también con muchas sombras. Ni a estar convencidos, a dar por bueno un futuro que quizás no sea tan promisorio como nos gustaría creer.

La historia nos enseña muchas lecciones. Entre ellas está la de ser conscientes de que el desarrollo político, y sobre todo económico, de Europa no sería el mismo sin un pasado en el que los países europeos no tuvieron el menor atisbo de rubor a la hora de explotar a quienes habitaban la periferia, los confines de nuestro mundo. Y en esa lección tendríamos que entender también que nada hay garantizado en el futuro si no sabemos conjurar los fantasmas del pasado.

Hoy, que nos debatimos en tiempos de crisis, en los que la tentación a encerrarnos sobre nosotros mismos es especialmente acusada, sería más necesario que nunca resolver la ecuación de la que les hablaba; hoy más que nunca sería necesario que Europa reconociera que no puede existir por si sola, sin atender, sin mezclarse, sin comprender lo que ocurre más allá de sus límites, sin responder a las llamadas que llegan desde la periferia.

Hoy más que nunca se debe enarbolar, para nosotros y para ellos, esa frase de que necesitamos más Europa, pero, sobre todo, mejor Europa. Eso es lo que nos pide la gente que habita en los confines

Se lo dice un experto que sabe cada vez más sobre cada vez menos, que conoce absolutamente todo, o casi todo, sobre nada. Una nada que, dependiendo de nosotros, lo puede ser todo.

Secciones