Abatido el hombre que atentó contra Donald Trump mientras celebraba un mitin en la localidad de Butler, en el estado de Pensilvania, habrá que esperar más tiempo para saber con certeza lo que pretendía el atacante y si existían o no conexiones con grupos u organizaciones interesados en que el expresidente no llegara a instalarse de nuevo en la Casa Blanca
Pedro González
Alborozo y alivio se respiraban en las sedes electorales del Nuevo Frente Popular (NFP) y de Juntos (Ensemble), la alianza conformada por el presidente Emmanuel Macron, quién preconizó un “cordón sanitario” para impedir el ascenso al poder del Reagrupamiento Nacional (RN). Alivio también en la sede bruselense de las instituciones europeas, que podrían continuar así con la tradicional alianza de conservadores, socialdemócratas y liberales en la cada vez más complicada construcción y asentamiento de la Unión Europea.
Les habían prometido la vuelta a la gloria del imperio. Salirse de la Unión Europea equivalía a recuperar la soberanía perdida, dejar de ser contribuyentes netos a países más atrasados del continente, a esos PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España), cuyo acrónimo significa “cerdos”, que no se distinguen precisamente por su laboriosidad ni espíritu de ahorro.
Puede leerlo como quiera, pero la realidad es incontestable: El Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen se ha convertido en la primera fuerza política de Francia.
Reagrupación Nacional (RN) o Nuevo Frente Popular (NFP). Son los dos extremos del arco político que este domingo 30 de junio disputan la primera vuelta de las elecciones generales en Francia.
Mantener el esfuerzo bélico, pero sobre todo sostener una sociedad firmemente cohesionada que lo respalde, no es fácil cuando una guerra se alarga en el tiempo, y tanto militares como civiles aumentan el número y la intensidad de las preguntas que se hacen a sí mismos, y que los dirigentes penan cada vez más para darles respuestas satisfactorias.
Salvo para militantes de izquierda muy cafeteros o con el riñón bien cubierto de subvenciones y prebendas, la Unión Europea confirmó el principal de sus pronósticos: triunfo holgado del centro derecha y avance espectacular de la ultraderecha.
De no ser por la gravedad de la tensa situación que se vive en el Mar de China y la desconfianza que reina en el triángulo Japón-Corea-China, los últimos episodios de la confrontación entre las dos Coreas moverían más a la risa y la carcajada que a las sesudas sesiones de los estados mayores militares.
Más de cien líderes judíos europeos y representantes de la comunidad judía convergen en Ámsterdam el lunes y martes de esta semana para celebrar lo que ellos mismos denominan una “cumbre de emergencia”, organizada por la Asociación Judía Europea (EJA) con sede en Bruselas, al objeto de abordar “el creciente antisemitismo y el odio viral hacia los judíos en el Viejo Continente, y más allá de la masacre perpetrada por Hamás el pasado 7 de octubre en Israel”.
Apenas acababa de asistir en Teherán a los funerales por el presidente Ebrahim Raisi, y de volver a Túnez, cuando Kais Saied ha procedido a un reajuste ministerial tan inesperado como sorprendente. El jefe del Estado tunecino, que acapara todos los poderes desde 2021, solo ha cambiado a dos ministros, pero de la envergadura suficiente como para alimentar todas las sospechas respecto de un endurecimiento del régimen.
No hay motivos suficientes para dudar de que el presidente de la República Islámica de Irán, Ebrahim Raisi, y su ministro de Asuntos Exteriores, Hosein Amirabdollahian, hayan tenido la mala suerte de que el helicóptero en el que viajaban se estrellara en medio de una espesa niebla, cuando volvían de inaugurar una presa hidráulica en la frontera y junto al presidente de Azerbaiyán.
Ajuste de cuentas en toda regla del jefe del Gobierno senegalés, Ousmane Sonko, apenas instalado en el poder. El principal objetivo de sus invectivas es el presidente de Francia, Emmanuel Macron, pero también ha atacado duramente a la propia Francia, a Europa y por extensión a Occidente.