Artículo publicado por Ana Alonso en El Independiente el 3 de febrero de 2021.
Por tres palabras le conoceréis. Whatever it takes. Lo que sea necesario. Lo hizo por salvar el euro en la crisis financiera. Ahora el presidente, Sergio Mattarella, lo ha llamado para rescatar a Italia de la mayor crisis sanitaria, política y económica desde el final de la Segunda Guerra Mundial. SuperMario Draghi está listo. ¿Harán los políticos italianos «lo que sea necesario» por salvar a su país? SuperMario afronta una misión (im)posible.
Mario Draghi (Roma, 1947) acaba de aceptar «con reservas» (una fórmula italiana para expresar que no depende de él exclusivamente sino del apoyo de los partidos) formar un gobierno de unidad en Italia. El presidente Mattarella ha explicado que la «peor crisis que recuerda» demanda una actuación firme y rápida y no hay tiempo para las dilaciones que impone la celebración de elecciones.
El gobierno de Draghi será, de serlo, un gobierno «técnico», encabezado por un tecnócrata con mayúsculas. Cuando le preguntaron a Serena, su esposa, noble y especialista en literatura inglesa, en 2018, si Mario Draghi podría encabezar un gobierno en Italia, fue tajante: «Mi marido no lo hará, no es un político». Mario Draghi lleva con Serena desde que tenían 18 años.
Así es. Mario Draghi, a quien muchos veían como el perfecto sucesor de Sergio Mattarella, que dejará el cargo dentro de un año, no es un político. Está en otra liga, pero está dispuesto a afrontar el desafío de una policrisis global en territorio italiano. «Vencer a la pandemia, completar la campaña de vacunación, ofrecer una respuesta a los problemas del día a día, y relanzar el país son los desafíos a los que nos enfrentamos», ha señalo en su primera comparecencia ante los medios nada más aceptar el encargo de Mattarella.
SuperMario ha despertado la curiosidad de los italianos, que se lanzaron en la noche del martes a preguntar por sus inclinaciones políticas o por su biografía en google. Cerca de medio millón de visitas tenía su entrada en Wikipedia a las pocas horas de saberse que este miércoles se vería con Mattarella en el Quirinal.
Draghi, educado por los jesuitas, se quedó huérfano de padre y madre con 15 años. Primero perdió a su padre, un ejecutivo germanófono, y poco después a su madre, farmacéutica. Desde entonces sabe lo que es asumir responsabilidades. Esa circunstancia y su vocación de servicio, aprendida con los juesuitas, configuran su personalidad.
Licenciado en Economía en la Universidad de La Sapienza y con un máster en el MIT en Boston con Franco Mogliani y Robert Solow, se doctoró y luego fue profesor universitario en Trento, Padua, Venecia y Florencia. Entre 1991 y 2001 fue director general del Tesoro. Es uno de los llamados Ciampi boys. También fue presidente del Comité de Privatizaciones.
En 1998 avaló una ley, llamada ley Draghi, sobre las condiciones de las OPA (oferta pública de adquisición de acciones). Es uno de los artífices de las privatizaciones en Italia. Pasó por el Banco Mundial, Goldman Sachs, hasta recalar en el Banco de Italia como gobernador (2005 a 2011). De ahí dio el salto al Banco Central Europeo.
‘Whatever it takes’, un mantra europeo
El punto de inflexión en su trayectoria lo marcaron esas palabras (whatever it takes) que lo transformaron de tecnócrata italiano recién llegado a la dirección del Banco Central Europeo (2011-2019) a un referente de peso para políticos y financieros del mundo entero.
Draghi pronunció su famosa cita en una conferencia financiera organizada en julio de 2012 por Mervyn King, entonces gobernador del Banco de Inglaterra en Londres. A los allí reunidos, Draghi les dijo: «En nuestro mandato, el BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créedme, será suficiente». Los mercados entendieron el mensaje: el BCE iba a emplear todo su poder para defender los bonos italianos y españoles.
Quienes le habían considerado como un hombre de paja al servicio de Alemania se dieron cuenta de su error. Draghi demostró que no solo tenía un gran conocimiento técnico sino también excelentes dotes comunicativas, de gran importancia en un momento de crisis como el que vivía Europa.
Cuando tomó las riendas del BCE, en la región había varios países rescatados por sus enormes deudas y otros al borde del abismo, el sector bancario estaba en la UVI tras la tormenta financiera de 2008 y el proyecto del euro se tambaleaba.
Al mostrar su disposición y firmeza a hacer «todo lo que fuera necesario» para salvar el proyecto europeo, se convirtió en su salvador. Con su capacidad para hacerse entender en los mercados y medidas innovadoras, transformó el BCE en un banco moderno.
Al final de su mandato le reprocharon no haber sabido recuperar el tono de la normalidad y seguir aferrado a medidas extraordinarias. En su despedida, Draghi apeló, como lo había hecho sin éxito muchas veces en su mandato, a los gobiernos europeos para que aplicaran reformas fiscales para estimular el crecimiento, ya que solo con las medidas del BCE no sería suficiente.
Su cita (whatever it takes, ya conocido por su acrónimo WIT) se ha convertido en un mantra que repiten muchos líderes europeos. Desde Boris Johnson a Pedro Sánchez la han hecho suyo. Sin embargo, su sucesora, Christine Lagarde, trata de evitarla con circunloquios.
Después del BCE, el Quirinal
Con sus sombras, como no haber logrado el objetivo de inflación, Draghi fue un auténtico banquero central, que se hizo merecedor del apelativo SuperMario. Cuando dejó el cargo en el BCE, le preguntaron por su futuro. Respondió: «¿El futuro? Preguntad a mi mujer».
A Mario Draghi y Serenella les gusta pasar temporadas en Umbria. Tienen dos hijos, Federica, licenciada en Bioquímica y master en Administración de Empresas en Columbia, y Giacomo, que estudió finanzas en Bocconi y trabajó en Morgan Stanley y LMR Partners.
Su perfil le situaba como sucesor de Sergio Mattarella, que podría pero no quiere prorrogar su mandato en 2022. Mattarella cumplirá 80 años en julio próximo. Draghi tiene una gran capacidad para mantenerse por encima de las cuitas políticas.
En un artículo publicado en marzo en el Financial Times, Draghi dijo: «Nos encontramos en un frente de guerra contra el coronavirus y hemos de actuar en consecuencia. Si dudamos, el coste podría ser irreversible». En el texto señala que la pandemia es «una tragedia humana de proporciones bíblicas». En caso de formar gobierno su misión será la lucha contra la pandemia el cien por cien de su tiempo.
Es la razón por la que ha aceptado la propuesta de Mattarella. Italia ha de presentar un plan para recibir los fondos de rescate europeo en abril. Es el país que recibirá más (unos 209.000 millones de euros) si presenta un proyecto viable. Draghi sabe cómo nadar en aguas turbulentas, pero necesita que los marineros estén dispuestos a ponerse a sus órdenes.
«Draghi tiene muy buena reputación en Italia y fuera de Italia, pero el problema es político. Una parte de los políticos y de la opinión pública asocian un gobierno técnico con un fracaso de la política», señala Andrea Betti, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas.
«Dependerá de qué gobierno quiera hacer, a quién nombre ministros. Los gobiernos técnicos suelen estar formados por ex jueces de la Corte Constitucional, economistas, altos cargos de las fuerzas de seguridad del Estado, ex diplomáticos, académicos. En Italia se suele decir que la administración pública es mucho mejor que los políticos», añade Betti.
El recuerdo del gobierno dirigido por un tecnócrata, Mario Monti, en 2011, no es bueno, pero la situación es bien diferente. Monti hubo de imponer medidas de austeridad, mientras que Draghi habría de gestionar el fondo de recuperación como principal desafío.
Este miércoles ha empezado las consultas para formar gobierno. El Movimiento 5 Estrellas, la formación con más diputados en el Parlamento, se debate entre el pragmatismo y sus orígenes antisistema, pero no parece que le vayan a apoyar. Se arriesgan a perder a gran parte de sus diputados si hubiera elecciones.
Todos los partidos han de retratarse ahora. Italia Viva, la escisión del Partido Democrático que lidera Matteo Renzi, es su mayor defensor. Pero la Liga y Fratelli d’Italia, la derecha y más allá, están más que tentados por una convocatoria electoral en la que podrían obtener buenos réditos. Salvini dice que no tiene nada en contra de Draghi, pero le tienta la convocatoria electoral. Desde 2008 en Italia no gobierna un primer ministro salido de las urnas.
¿Son conscientes los partidos políticos italianos que ha llegado el momento de hacer «lo que sea necesario» para librar la batalla contra el coronavirus? ¿Le servirán sus poderes a SuperMario para formar un gobierno de unidad en Italia? Lo tiene difícil, pero si alguien puede lograrlo es él.