Cuando el pasado 12 de marzo recibí la llamada de Joaquín Almunia lo primero que pensé es lo que suelo pensar cuando recibo la llamada de un político, o del jefe de prensa de un político: que era un marrón. Nunca pienso que es una buena noticia, pero esta vez me equivoqué, era una buena noticia porque era un premio, y me lo otorgaban mis compañeros lo que me produce mucha más satisfacción todavía. Y además, un premio a la radio, que muchas veces la radio es como la hermana pobre. La tele se ve mucho, tiene mucha repercusión; la prensa es la prensa, pero la radio es como si fuera otra cosa, menos importante, por lo que se agradece más que nos reconozcan el trabajo que hacemos en la radio.
Me siento muy orgullosa de compartirlo con Álvaro y con Nacho; primero, porque a Nacho lo conozco desde hace tiempo y siempre me ayuda a entender las cosas que yo no entiendo, me aporta luz, me da las claves a mí y a los oyentes. Y Álvaro, se lo decía hoy, porque cuando me siento a ver el Telediario de las 3, y sale él, tengo la certeza de que pase lo que pase, lo va a saber explicar. Y en un momento en que los políticos quieren cargarse la televisión pública de este país, Álvaro, y la gente como Álvaro, con su trabajo individual, dignifican la televisión pública de este país. Por eso me alegro de estar hoy sentada a su lado y lamento muchísimo que dentro de poco deje de hablarnos desde Bruselas en el Telediario de las 3 y deje de explicarnos las cosas que allí suceden.
Digo esto también para dignificar nuestra profesión, la del periodista. Hemos hablado de los valores de la Unión Europea, la libertad de prensa, la libertad de opinión… Los periodistas somos incómodos y blanco incluso de los regímenes autoritarios, de los terroristas, y de las democracias deterioradas. Para ellos tal vez somos más incómodos aún. A todos ellos les gustaría vernos siempre dentro de las redacciones, predicando comunicados, retransmitiendo o reemitiendo, ni siquiera retransmitiendo, las declaraciones que ellos nos envían, sin tener que responder preguntas, sin tener que comparecer ante nosotros.
Por eso, que se nos otorgue un premio, a mí y a mi equipo, porque al fin y al cabo yo llevo un equipo detrás sin el que nada sería posible, por saber sacar el estudio a la calle, por saber sacar el estudio donde pasan las cosas, reconoce que esto es lo que hay que hacer. Ir a los sitios. Verlo. Y contarlo. Ser incómodos. Ser pesados. Reivindicar la profesión en un momento de crisis, en el que las redacciones están absolutamente esquilmadas. Donde cada vez cuesta más trabajo cubrir los acontecimientos desde el exterior, por las dificultades económicas, pero también porque hay gobiernos que no nos quieren, hay terroristas que nos secuestran y que nos matan, y hay democracias deterioradas que también prefieren tenernos en casa. Reivindico desde aquí nuestro trabajo desde el sitio, desde donde se tiene que hacer, porque es la única manera de seguir defendiendo estos valores europeos que decíamos: la libertad de expresión, la libertad de prensa y la libertad de opinión. Así que quien piense que estamos mejor encerrados en las redacciones, replicando como vicarios, está haciendo un flaco favor a la democracia.
Muchísimas gracias por el premio y una sola cosa más, en el capítulo de dedicatorias quiero incluir a esa gente que me permite trasladar el estudio a la calle, me refiero a los técnicos de la Cadena Ser, a mis compañeros periodistas evidentemente también, pero son los técnicos de la Cadena Ser los que consiguen que siempre llegue el sonido desde cualquier sitio. Y a mi familia, que es quien sufre mis ausencias. Muchísimas gracias.