Querida Natalia, queridos familiares, queridos amigos de Javier, queridos amigos de EL PAÍS.
Hay personas que saben mover nuestras ideas y nuestras actitudes y hay ideas y actitudes –el compromiso, el rigor, la conciencia crítica- que parecen condensarse en algunas personas.Javier Pradera fue una de ellas. Una de esas personas que siempre, incluso en los tiempos más difíciles, especialmente en los tiempos más difíciles, tuvo claro que un país es lo que hemos sido pero sobre todo es lo que podemos ser.Que ningún proyecto colectivo, que ningún futuro, puede construirse sobre el terror, el temor, la desconfianza o la intolerancia. Una de esas personas que siempre han sabido que la independencia nada tiene que ver con la indiferencia sino que más bien es un contrario; que la libertad de crítica no tiene que ver con renunciar a mirar sino, al revés, con poseer una mirada propia.
Permítanme que declare mi admiración por Javier Pradera. Una admiración, personal, larga en el tiempo, que trasciende, desde luego, la condición con la que comparezco hoy, todavía, ante ustedes; aunque sea esta condición, la de Presidente de Gobierno, la que me depare la oportunidad, el privilegio, de imponer a alguien al que tanto he admirado esta medalla al mérito constitucional.Una distinción, un reconocimiento, para el que Javier Pradera – “Pradera”, como se le conocía, con una rotundidad que parecía evocar su propio rigor intelectual- reunió a lo largo de su vida todo el mérito. El mérito cívico, como intelectual y periodista que acompañó con su lucidez crítica el nacimiento y el desarrollo de la democracia española. Y el mérito específicamente constitucional, “jurídico-constitucional”, pues pocos, muy pocos como él, han sido capaces de explicar con tanta claridad y “fineza” el significado de los derechos y de las instituciones que consagra y regula la Constitución de 1978.
En Pradera, en los artículos de Pradera, nunca encontramos afirmaciones apodícticas, opiniones no contrastadas…por supuesto, nada parecido a soflamas o a invectivas dogmáticas, de trinchera. En Pradera siempre hay lo contrario: esfuerzo por razonar, por fundamentar, por persuadir. En Pradera hay un profundo respeto a la inteligencia del lector que ve y siente cómo se mecen ante sus ojos los matices, los argumentos, los puntos de vista….algo que él sabía- también como pocos- hacer compatible con el vigor en la defensa de las propias ideas.
Sí, Pradera era un intelectual, “un hombre de letras o un artista”, como ha definido tal cualidad otro intelectual, tan próximo a él, como Fernando Savater, “que no se limita a ejercer su oficio sino que se involucra en el debate político y social”. Que “pretende denunciar injusticias, movilizar conciencias ciudadanas y ayudar a ilustrarlas, proponiendo y apoyando soluciones a los males de la comunidad”.Sí, un intelectual: por tanto, comprometido con los tiempos que le tocó vivir, desde su activismo en la Universidad, desde las editoriales en las que trabajó y dirigió, con tantas contraportadas de los libros de bolsillo de Alianza Editorial con los que nos ilustramos en nuestra juventud. Y, sobre todo, pues ahí encontró su verdadera vocación, desde las páginas de EL PAÍS como editorialista y jefe de Opinión primero, y luego, en una segunda, larga y fructífera etapa como columnista y comentarista en la SER.
Honrar hoy a Pradera nos lleva directamente a honrar la libertad de expresión en España, el pluralismo informativo, la capacidad de someter al poder a una crítica – en conocida expresión de la jurisprudencia americana- “robusta y desinhibida”. Como ha practicado y practica, desde que se fundó, junto a la democracia misma, el periódico de Pradera, EL PAÍS, fundado para la libertad, pilar de la democracia y hoy embajador global, ejemplo de periodismo democrático. Ese gran proyecto fundado, promovido, por una persona que quiero recordar hoy: Jesús de Polanco.
Y quué mejor manera, pues, de concluir estas breves palabras que aunar el compromiso de Pradera como intelectual, su mérito constitucional y la defensa de la libertad de expresión en nuestro país y por EL PAÍS que recordar ahora el último párrafo del editorial que escribiera Pradera y publicara EL PAÍS como respuesta al Golpe de Estado del 23 F, el editorial “ Con la Constitución”.
“A la hora de cerrar esta edición -comienza así ese último párrafo del editorial-, la situación parece controlada por el Rey y las fuerzas y los poderes legales. El comportamiento de los altos mandos de nuestras Fuerzas Armadas y de la Junta de Jefes del Alto Estado Mayor ha estado a la altura de la serena conducta de su mando supremo. Las horas y los días venideros determinarán el futuro en liberta de España”
En efecto, el futuro en libertad de España que disfrutamos gracias al compromiso de cuidadanos como Javier Pradera.
Reciba, pues, a título póstumo, con emoción y agradecimiento esta Medalla al mérito constitucional.
Muchas gracias.
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