La Princesa y yo estamos encantados —y lo sabéis bien— de acudir a la entrega de este Premio. Algunos de vosotros habéis venido a largo de todos estos años a este acto, a esta cena, para recordar la memoria de Cuco Cerecedo, querido y admirado por tantos. Otros lo habéis hecho por razones familiares o de amistad y para reconocer los méritos del Premiado de cada año. Finalmente, muchos habéis estado presentes por vuestro compromiso con la Asociación de Periodistas Europeos.
Pero, pese a los diferentes motivos que cada uno ha tenido para venir a esta cena, todos tenemos un denominador común: todos acudimos no por un deber sino por una convicción: celebrar y reconocer el buen periodismo. Y el buen periodismo requiere, ante todo, libertad de información y libertad de expresión, que son garantías esenciales de todo Estado de Derecho. Esas libertades son, en estos tiempos que vivimos, más necesarias que nunca; y su ejercicio, por tanto, precisa también de la mayor responsabilidad y del mayor rigor.
Mi segunda reflexión está relacionada con el dato de que este Premio cumple treinta años; una magnífica edad.
A lo largo de estos 30 años, este Premio se ha convertido en una referencia para quienes se miden con las noticias; para quienes saben que no siempre hay seguridad al servicio de la verdad; quienes se empeñan en esclarecer la realidad, refractarios a la intoxicación de los intereses sesgados, atentos a la misión de desentrañar los hechos; para quienes están comprometidos, en definitiva, con la vigencia de las libertades públicas, causa primera a la que han de servir.
Enhorabuena, por tanto, a la Asociación de Periodistas Europeos por el trabajo llevado a cabo a lo largo de estos 30 años y por la excelente nómina de galardonados que integra el “Cuco Cerecedo”.
Y como detrás de una buena obra siempre hay personas con ideas, con empuje y con entusiasmo, al felicitar a la Asociación no quiero dejar de recordar con cariño a los que ya no están entre nosotros, encabezados por Carlos Luis Álvarez, «Cándido» y Luis Carandell; también a todos los que en una o varias ediciones han formado parte del jurado, a sus Presidentes y, como no, al patrocinador. Gracias a todos.
Finalmente y en tercer lugar —no por ello, sin duda, menos importante, sino todo lo contrario— debo felicitar al ganador del Premio de esta edición, Xavier Vidal Folch.
La trayectoria de Xavier Vidal Folch, licenciado en Periodismo y en Historia Contemporánea, le ha permitido trabajar en las redacciones de Diario de Mallorca, El Noticiero Universal, el Diario de Barcelona, El Periódico de Catalunya, en los Servicios Informativos de TVE y en El País donde ha sido jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y director de la edición en Barcelona. Vidal Folch, por tanto, ha trabajado en primera línea —en trincheras— y también en el Estado Mayor.
Todas esas responsabilidades le han permitido una observación directa y precisa de la realidad de nuestro país y de la que ha dado cuenta en sus informaciones y columnas de opinión con rigor y gran profesionalidad, ganando prestigio aquí y en el ámbito internacional. Nada hay en su trabajo que sea irrelevante o resulte indiferente. Nuestro Premiado ha trabajado en distintas empresas pero siempre para los ciudadanos; y ha servido y está sirviendo de esa manera al interés general.
El acta de concesión del Premio subraya la calidad de sus análisis e informaciones sobre la crisis económica y moral de Europa y España, así como su visión sobre nuestra organización territorial. Dos asuntos de capital importancia. Dos asuntos, por tanto, en los que se requiere sensatez, sentido de la responsabilidad, espíritu constructivo y como decía Ortega, mirar lejos, mirar alto y pensar grande.
El acta también resalta cómo en momentos propensos a la tensión y a lo visceral, el premiado defiende la política y la razón, es decir, favorece un ámbito para la reflexión inteligente que permita la concordia y desactive el desafecto.
Y en ese sentido, creo oportuno insistir en algo que dije hace poco: que debemos preservar y alimentar siempre, y en todo momento por encima de las tensiones, de las discrepancias y los desencuentros los sentimientos fraternales generados a lo largo de muchos siglos de convivencia; de compartir profundos vínculos familiares e históricos, de tantas emociones sufridas o disfrutadas colectivamente, juntos. Sentimientos, en fin, de respeto, de estima y afecto, y de amistad, que nos han dado forma.
Y también que es responsabilidad de todos, en un proyecto compartido, continuar construyendo España. Una tarea siempre inacabada porque como decía Unamuno, “en la vida no hay metas sino proyectos, porque llegar es rendirse”.
Termino ya. Muchas felicidades a todos en la APE por las 30 ediciones del Cerecedo, y todo mi ánimo para continuar en su tarea de poner de relieve a los mejores profesionales del periodismo; los necesitamos.
Y felicidades a nuestro premiado, que hoy ha recibido un reconocimiento justo y merecido. Estoy seguro, Xavier, de que, juntos, seguiremos mirando hacia el futuro. Porque juntos es el mejor futuro para todos.
Muchas gracias.