Muy buenas noches Señoras y Señores,
Permitidme que comience mis palabras haciendo gala de mi condición de Presidente de Honor de la Asociación de Periodistas Europeos (Sección Española) y os felicite sincera y afectuosamente por el XXX aniversario que cumple este año la Asociación. La verdad es que, en mi caso, los treinta años en ese cargo honorífico los cumplo el año que viene, puesto que fue en el año 1982 cuando SM el Rey –en mi nombre, al ser yo menor de edad- aceptó el nombramiento ofrecido por el Consejo Director que presidía nuestro querido Cándido, Carlos Luis Álvarez. Ya son, por tanto, muchos años los que llevo vinculado con orgullo al periodismo; y también a la tarea permanente, aún en estos tiempos enormemente complejos, de seguir construyendo la Europa que anhelamos.
A lo largo de estas tres últimas décadas habéis promovido el periodismo que articula saber y rigor. Así habéis potenciado la relevancia del papel de los medios en el necesario intercambio de opiniones en nuestra sociedad; habéis jugado un papel esencial en el fortalecimiento de nuestra democracia: comprometidos, vigilantes y exigentes en vuestra tarea, y atentos al cuidado de nuestros derechos y libertades.
Y lo habéis hecho con la mirada llena de esperanza puesta siempre en el horizonte europeo. Os fijasteis pronto en el interés y la necesidad de la apuesta española por Europa aportando con fuerza y convicción vuestro oficio y vuestra tribuna para ayudar al gran proyecto común de lograr que España recuperara su presente y su futuro en el continente. Por tanto, en esta hora de gratitud, de felicitación y de recuerdo, la Princesa y yo queremos dar nuestra enhorabuena a cada uno de los miembros de la APE, a cuantos la apoyan, y tener presente con cariño a los miembros que nos han dejado y dieron tanto por la asociación, por sus ideales europeos y democráticos y por el periodismo en libertad.
Volvamos a esta noche, a esta XXVII edición del Premio Francisco (Cuco) Cerecedo, creado por la APE, que hoy hemos entregado. Valoramos junto al Jurado el trabajo con el que Miguel Mora -como hombre de ideas e ideales, de lecturas y saberes- inyecta vida a su información. De corazón, nuestra enhorabuena, Miguel, por este nuevo éxito que premia tanto tu producción en papel como los diálogos y blogs que has abierto en Internet.
Miguel Mora tiene probada su valía, inteligencia y coraje en crónicas y entrevistas que nos han acercado, por ejemplo, a la realidad italiana desde una nueva perspectiva de afinidad emocional y de distancia crítica. Ha tenido el privilegio envidiable de habitar Italia, socio imprescindible en la UE, que comparte con España la condición mediterránea y los cimientos básicos de una misma civilización.
Un corresponsal de la talla de Miguel refleja en su trabajo que ser periodista requiere procesar lo que se contempla, hasta convertirlo en testimonio autorizado; contextualizar la mera sucesión acelerada de acontecimientos hasta hacerla inteligible. El galardonado de este año busca informar de la manera más próxima posible a su propia y penetrante percepción. Sus textos traslucen el juicio agudo que enlaza el rigor de la expresión y la propia libertad de espíritu.
De este modo, Miguel Mora logra imantar al público. Así nos lo hace ver el retrato de Roma que trazó hace poco: “Sabe -dice el Premiado- que ella es historia y lo demás es crónica. Y cuando te largas -continúa- ni llora ni te pide explicaciones, solo te dice: ciao bello, sigue aprendiendo, si puedes. Que pase el siguiente”.
La tarea del Premiado muestra así que los periódicos, ese encuentro con la realidad de todas las mañanas, ofrecen méritos y ventajas derivados de la profesionalidad del periodismo independiente, que justifican la reputación de la prensa de calidad. Por eso, como se ha escrito con autoridad, la prensa de calidad tiene liderazgo, pese a su inferior difusión. Porque con sus informaciones y comentarios políticos anticipa con frecuencia análisis y opiniones de otros medios y de los ciudadanos.
Permitidme, por último, felicitar también a Miguel Mora por su inmenso trabajo en torno al flamenco. Su libro “La voz de los Flamencos” es un valioso documento sobre el estado de este arte. El maestro Chano Lobato, uno de los más grandes cantaores que hemos tenido, decía que en el cante “lo ficticio se ve” y la verdad se palpa”. Sin duda el arte de comunicar también “se palpa” en los textos, los contenidos y el estilo de nuestro Premiado de este año.
Enhorabuena, Miguel, por el ejercicio exigente de una profesión básica para que llegue al público una información depurada y sea posible el debate esclarecedor y edificante que necesitamos, ahora y siempre.
Muchas gracias.