Artículo publicado en Atalayar el 11 de Abril de 2022
Ya era una denominación obsoleta, pero en Francia acaba de quedar definitivamente sepultado el viejo antagonismo político izquierda-derecha. A Emmanuel Macron, ganador de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, cabe atribuirle el mérito de haber enterrado ese viejo cliché, que tan útil resultó en el pasado para dividir y polarizar sociedades bajo la colorista oposición entre rojos y azules.
En esta ocasión, la representación de la izquierda tradicional del Partido Socialista estaba encarnada por Anne Hidalgo, la todavía alcaldesa de París. Su raquítica cosecha del 1,74% de los votos la sitúa entre los partidos marginales, muy lejos incluso del 5% necesario para recuperar de las arcas del Estado los gastos de la campaña electoral, lo que en escrupulosos términos contables equivale a decretar también la bancarrota del PS. Entre François Mitterrand y François Hollande el Partido Socialista ha gobernado Francia 19 años de los 64 que lleva vigente la Constitución de 1958.
En cuanto a la vieja derecha, que ha ido mudando de piel y de nombre hasta presentarse en estos comicios como Los Republicanos, tampoco ha logrado superar siquiera la barrera del 5%. Valerie Pécresse, su candidata, presidente de la región más rica del país, París-Isla de Francia, se quedó en un 4,79%, que también les privará de fondos públicos para enjugar los gastos de la campaña. Excluido Charles De Gaulle, el fundador de la V República, y su primer sucesor, Georges Pompidou, la actual derecha moderada o centro-derecha se reclamaba heredera de los presidentes Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy. También, como en el caso del PS, ya han pasado definitivamente a la historia.
Ambas formaciones han monopolizado el poder en los 64 años de vigencia de la actual Constitución, con la excepción del centrista Valery Giscard d´Estaing (1974-1981) y del propio Emmanuel Macron (2017-2022), a cuya formación originaria, La República en Marcha (LRM), quiere convertirla en “un gran movimiento político de unidad y de acción”, según declaró él mismo en su primera alocución tras conocerse los resultados de esta primera vuelta electoral. Así, además de liquidar a socialistas y conservadores, Macron también ha enviado al baúl de la historia a los comunistas – Fabien Rousell, representante del PCF se quedó en un 2,31%- e incluso al ecologismo político, ya que Yannick Jodot, con su 4,58% tampoco logró traspasar el listón del 5%, que da derecho al reembolso de los gastos electorales.
Así para la segunda y definitiva vuelta del próximo 24 de abril Macron encarnará el reformismo bien anclado a un europeísmo compatible con la soberanía nacional. Delante, volverá a tener a Marine Le Pen, líder de Reagrupación Nacional (RN), ambos líder y partido ultranacionalistas y ahora pasados a un fuerte escepticismo frente al proceso de construcción europea. Es no obstante una moderación sustancial respecto a la postura tradicional lepenista, que preconizaba en su campaña de hace un lustro la salida de Francia del euro y por consiguiente la implosión de la propia Unión Europea.
No renuncia sin embargo Le Pen a la “recuperación de la soberanía nacional”, apoyada en la necesidad de atender a la “preocupante” situación de millones de franceses que han traspasado el umbral de la pobreza. Preconiza por lo tanto el incumplimiento de las normas presupuestarias europeas, “que rompan la tiranía burocrática de Bruselas”, de modo que Francia pueda entonces subir el salario mínimo “masivamente” y por decreto; multiplicar las subvenciones “para incrementar el poder adquisitivo” y rechazar la legislación europea que obstaculice el desempeño de la soberanía nacional. En resumen, a pesar de la presunta dulcificación de su lenguaje, Le Pen prosigue en una línea de insumisión, que no la diferencia mucho de lo que Boris Johnson materializó con el Brexit, o de las reivindicaciones de Polonia y Hungría para no cumplir la totalidad del acervo europeo.
En estas dos nuevas semanas de campaña, Le Pen seguirá intentando seducir a los desencantados. La clase obrera ya es prácticamente suya, tras hartarse aquella de comprobar que ni el PC ni el PS no han evitado que se cerraran las fábricas y sectores en los que habían trabajado durante al menos un par de generaciones. Será muy difícil en cambio que pueda convencer a las nuevas generaciones, las que ya han echado la bilis de su descontento en la primera vuelta y ahora habrán de sopesar lo que más les conviene para el futuro.
Pese al tétrico panorama que presentaban de Francia sus oponentes, Macron ha conseguido en su mandato reducir las cifras de desempleo, ha empezado la reindustrialización del país que, como el resto de los europeos habían creído inocentemente en la bondad de poner sectores estratégicos, como la energía, en manos de Rusia o China, y ha impulsado el liderazgo para que la Unión Europea no sea una mera comparsa en la decisiva batalla geoestratégica que se está ventilando. Sufre en menor medida que sus vecinos europeos el azote de una inflación que amenaza con desbocarse. Tendrá no obstante que hacer gala de mucha persuasión para reemprender el camino de las reformas que también prometió y están interrumpidas: elevar la edad de jubilación a los 65 años, bajar impuestos, reformar de una vez el oneroso sistema nacional de pensiones y elevar el gasto público en industrias estratégicas. Tendrá que lidiar asimismo con la descomunal deuda pública, 2,8 billones de euros, equivalentes al 112,5% del PIB y meter la tijera en la amplísima panoplia de subvenciones que lastran el presupuesto nacional.
Aunque los dueños de los votos son todos y cada uno de los 48 millones de electores franceses, los diez candidatos eliminados en la primera vuelta ya han instado a sus huestes a que voten a favor o en contra de uno u otro finalista. Macron cuenta ya con el variopinto apoyo de socialistas, comunistas, ecologistas, conservadores e incluso del populista ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon, el único de los perdedores que sobrepasó el 20% de los sufragios.
Marine Le Pen contará con su colega ultranacionalista Éric Zemmour (7,05% de los votos) y del soberanista Dupont-Aignan (2,07%). A priori y salvo cataclismo telúrico, Macron ganará y dispondrá de otro quinquenio para culminar lo que dejó a medias. Para la estadística comprobar si mejorará el resultado que consiguió frente a la misma Le Pen en 2017: 66,1% frente al 33,9% de la entonces líder del aún Frente Nacional.