La Princesa y yo acudimos con mucho gusto a esta nueva convocatoria de la Asociación de Periodistas Europeos para entregar el Premio “Francisco Cerecedo” y compartir esta ceremonia –esta cena- con todos vosotros, en la que recordamos especialmente a Cuco Cerecedo y reconocemos el buen periodismo.
Una cita tradicional –y consolidada- que es para nosotros muy querida y que, además, nos da la oportunidad de mantener una relación cercana con muchos representantes del mundo periodístico y de la comunicación –también político, cultural y empresarial- en un ambiente cordial y positivo.
Somos muchos los habituales y fieles a este encuentro y me alegra que nos podamos encontrar aquí cada otoño para, con el ejemplo y la inspiración del premiado –y sin abandonar la realidad del momento-, poder intercambiar impresiones, reflexionar con todos vosotros, sobre la actualidad, sobre la profesión y labor periodísticas, o sobre muy diferentes temas.
En esta XXIXª edición, el Premio Cerecedo ha sido concedido a Michael Ignatieff. Ignatieff, además de estar en posesión de prestigiosos títulos académicos, tiene la cualidad particular de haber dejado algunas veces las aulas para contrastar el pensamiento abstracto con la experiencia sobre el terreno. Un ejercicio no solo fructífero para él sino también muy enriquecedor para todos pues ese contraste lo ha sabido contar después en textos y documentales periodísticos de excepcional lucidez, que han dado también lugar a libros tan relevantes como “El honor del guerrero” o “Sangre y pertenencia. Viaje a los nuevos nacionalismos”, por citar sólo algunos de los que, en su versión española, han alcanzado un éxito editorial de primer orden entre nosotros.
Congratulations Michael Ignatieff, on receiving this award and may me continue to enjoy, learn and be inspired by your work in any field of the many your have explored and mastered.
Permitidme que, en nombre la Princesa y mío, pero también de la APE y de todos aquí esta noche, le de nuestra más sincera y afectuosa enhorabuena por recibir este galardón tan apreciado y prestigioso del panorama periodístico español.
Según una regla no escrita en las bases de la convocatoria, el Presidente del Jurado debe ser gallego, porque gallego de Vigo era Cuco Cerecedo; y así, quienes tratan y escuchan a Santos Juliá descubrieron con sorpresa que resultaba ser gallego de El Ferrol.
Y si ser gallego es ya de por sí un mérito, no lo es menos la categoría intelectual de nuestro Presidente del Jurado a quién a estas alturas no voy a descubrir y que, de modo análogo al premiado, combina su Cátedra y trabajos de investigación histórica con su presencia habitual en los medios de comunicación.
En las deliberaciones para el fallo del premio le ha acompañado una selección brillante de periodistas en activo, que compendian bien el pluralismo de los medios de comunicación. Todos aquí hoy reconocemos el acierto de su decisión, que incorpora a la nómina de premiados a un canadiense universal, comprometido con la defensa de los derechos humanos e impulsor de “la responsabilidad de proteger” que en defensa de los pueblos oprimidos por dictadores hizo suya Naciones Unidas, según se subraya en el acta.
Los méritos reseñados en el fallo enaltecen el análisis que Michael Ignatieff ha hecho de los efectos inducidos sobre la política por los nuevos medios de comunicación. Esos efectos han sido aún más acusados debido a la simultaneidad entre los acontecimientos y su difusión inmediata, y por la conectividad en la que ha de mantenerse el periodista y que le impulsa a acusar recibo de los estímulos noticiosos.
En el momento actual, cuando se extienden incertidumbres en torno al futuro de los medios de comunicación, conviene subrayar que los periodistas serán aún más imprescindibles si cumplen su tarea convirtiéndola en una garantía del debate público. Para ello tendrán que cultivar los mayores niveles de calidad, rigor y autoexigencia.
Nada muy diferente, si me lo permitís, a los niveles de compromiso en otros muchos sectores de nuestra sociedad. La semana pasada tuve un encuentro con jóvenes emprendedores españoles y les escuché hablar de sus fórmulas para superar la crisis, para alcanzar el éxito de crear empresas o hacerlas crecer y prosperar: recuperar la cultura del esfuerzo y el sacrificio, asumir riesgos, perder el miedo, aprender a levantarse después de caer.
Hablaron y hablamos de la necesidad de impulsar iniciativas, de innovar, de colaborar y trabajar en equipo de forma responsable. De afrontar las dificultades con ilusión y confianza, también con honestidad. Escuchar a jóvenes de treinta años estas palabras y apreciar su voluntad para salir adelante a pesar de las dificultades no solo reconforta, es también un motivo para el optimismo y la esperanza que hoy quería también compartir con vosotros.
Una última reflexión: Esta noche os acompañamos con las sensaciones todavía de las jornadas vividas el fin de semana en torno a la XXII Cumbre Iberoamericana y en la estela de las conmemoraciones del bicentenario de la Constitución de 1812. El Cádiz sitiado de hace doscientos años supo, en una situación excepcional, acumular fuerzas para alumbrar nuestra primera Constitución; a cuyo advenimiento ayudó la prensa, que había sido liberada de la censura por un Decreto de las Cortes dictado dos años antes, en 1810. Entonces surgió la prensa libre, como bien refirió Ramón Solís en su libro sobre “El Cádiz de las Cortes”, con un propósito de limpieza y honradez. Dos compromisos básicos de validez permanente para que siga siendo imprescindible.
Y aquí termino, señoras y señores: Felicidades nuevamente a Michael Ignatieff, y gracias a nuestra querida Asociación de Periodistas Europeos por su incansable labor a favor de una prensa libre y de calidad.
Muchas gracias.
(English version)