Artículo publicado el 14 de Noviembre de 2013 en El Siglo
Adam Michnik, director de Gazeta Wyborcza el diario más influyente y de mayor circulación de toda Europa Central, ha presentado en Madrid su libro En busca del significado perdido que acaba de ser editado en castellano por Acantilado. Adam, como dijo de él Václav Havel, es el más perspicaz, astuto y profundo comentarista de la vida diaria en centroeuropa. Con su libro, muchos en Occidente vamos a entender mejor que pasó y que está pasando en nuestros días en esa área del mundo. Adam es un apasionado de España. Recibió el premio de Periodismo Francisco Cerecedo, que convoca la Asociación de Periodistas Europeos, en 1999 de manos del Príncipe de Asturias. Ya de muy joven apuntaba maneras porque a los 15 años como estudiante de secundaria fue uno de los principales organizadores del Club de Búsqueda de Contradicciones, dedicado a cuestionar las divergencias entre el comunismo teórico su realización práctica. Michnik ha participado en los Seminarios de Europa Central promovidos por la APE, a partir de 1989; primero, en la UIMP y a partir de 1992 integrados en los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco con sede en el palacio de Miramar de San Sebastián.
En la tercera edición todavía en el palacio de la Magdalena el 24 de julio de 1991, ante la Reina Doña Sofía que había acudido a escuchar la intervención del general Wojcieh Jaruzelski, se produjo la reconciliación de Adam con quien promulgó la Ley Marcial y le envió a la cárcel. En torno a unas tazas de té el general ironizaba y hacía notar a la Reina que si observaba la indumentaria de shorts y sandalias de Adam comprendería mejor por qué hubo de encarcelarle. Esa reconciliación estuvo cargada de consecuencias al regreso a Polonia. Nuestro colega conocía al detalle los pormenores de la Transición española y se declaraba abierto admirador del proceso. Fundador y director de Gazeta había seguido la senda estrictamente profesional de Indro Montaneli, quien consideraba sospechosos a los periodistas enriquecidos. Por eso, rehusó recibir las acciones que quiso cederle la sociedad editora cuando salió a Bolsa para no sentirse prisionero de las ambiciones económicas de los demás, ni de las suyas propias. A propósito de esa actitud señalaba Carlos Luis Álvarez la posibilidad de que algunos compañeros, pregonados liberales, la consideraran asombrosamente exótica que, sin embargo, resulta más consecuente y digna.
En su discurso de aceptación del “Cerecedo” el 25 de noviembre de 1999 confesaba que jamás tuvo la osadía de soñar con el fin de la dictadura, pero siempre consideró que luchar contra la dictadura era una obligación moral indeclinable. Declaraba su admiración hacia la novedad abierta en España donde en vez de la lógica de la hostilidad aparecía la lógica del diálogo y de la reconciliación. Reconocía que al escribir en las publicaciones clandestinas de Polonia sobre la vida española soñaba con contribuir a la libertad de los polacos, al surgimiento de la Polonia democrática en una Europa democrática. Ahora en su libro se refiere al peligro que supone el crecimiento espectacular de los partidos populistas, que se alimentan del miedo al paro y de las decepciones que sirven de caldo de cultivo. Habla de cómo años después de consumada con éxito la transición polaca allí están presenciando los intentos de olvidar esa “Polonia para todos” y la reaparición de un lenguaje que reclama el ajuste de cuentas. Mientras los que fueron damnificados y humillados por la dictadura se encolerizan al ver lo maravillosamente bien que la gente del antiguo régimen se desenvuelve en la nueva realidad. Pero la lectura de En busca del significado perdido nos alerta con lucidez sobre los rebrotes nacionalistas que engendran el odio, el miedo y el envilecimiento. Atentos.