Majestades, Presidente de la Asociación Europea de Periodistas, Secretario General, señoras y señores:
Sean mis primeras palabras de felicitación al galardonado: querido Rubén Amón, muchas enhorabuenas por el premio Francisco Cerecedo, en nombre de todo el jurado que he tenido el privilegio de presidir este año.
A Miguel Ángel Aguilar debo ese honor y a él le debo por tanto también la íntima emoción de seguir en este punto las huellas de mi padre, que lo presidió hace tres décadas largas.
Se dedicaba entonces, cesante casi de la política, a escribir libros y en la prensa, siempre con sana envidia del oficio de periodista. «Me acuso -diría en sus memorias- de no sentir fruición alguna al poner mi firma en el Boletín Oficial del Estado; disfruto más firmando en cualquier otro periódico».
Me permito por ello robarle su respuesta a la pregunta “¿Está la verdad en la prensa? que le hacía Justivo Sinova, pues creo que en esta época de las fake news tiene hoy más pertinencia que entonces. Respondía así Leopoldo Calvo-Sotelo: “Me inquieta la pregunta de Pilatos “Quid est veritas? a la que Cristo no contesta. ¿Qué es la verdad? No sé, sobre todo la verdad política, pero sí hay una verdad de los hechos. La cuestión más difícil es la interpretación.”
Señor, me atrevo también a tomar prestadas sus palabras de hace una semana, pronunciadas en esa ceremonia señera de los Premios Princesa de Asturias. Vuestra Majestad subrayó, mirando a la periodista mexicana Alma Guillermoprieto, que el periodismo es indispensable para la democracia como lo ha sido también nuestra Constitución para la libertad.
En un acto como éste, y en estos días de noticias sobre los ataques a la libertad de prensa, es obligado recordar que la defensa de la libertad de prensa incumbe no solo a los periodistas, si no que nos concierne a todos.
Me parece oportuno por último rescatar el texto fundacional de una Asociación, la de Periodistas Europeos, que, desde su creación en Bruselas en 1963, proclamó como su propósito primordial -y cito textualmente- el de «reunir a todos los periodistas convencidos de la necesidad de una integración europea sobre bases democráticas y decididos a defender la libertad de información como condición indispensable para el logro de ese objetivo». Creo que, en la España y la Europa de hoy, esos dos objetivos, la integración europea y la libertad de información, siguen absolutamente vigentes.
Como he dicho al principio, el Jurado de esta trigésimo quinta edición ha acordado otorgar el Premio Cerecedo a Rubén Amón, que competía con otros nombres brillantes del mundo periodístico español.
Acabamos de escuchar al Secretario de la Asociación la lectura del acta, donde consta que el jurado valoró la brillantez de su pluma, su ironía y humor, la variedad de géneros, el bagaje cultural y la variedad de medios en los que se expresa.
Y sus muchos seguidores lo tenemos por cierto: Rubén Amón es, en efecto, un periodista fecundo que cultiva múltiples géneros, modulando con raro acierto los registros distintos de cada uno y enriqueciéndolos con aportaciones originales que traslucen su amplitud de intereses, lecturas e inquietudes.
De ese rasgo de modernidad, el de un periodista que ejerce su oficio atendiendo no solo a la prensa escrita, la radio y la televisión, sino también a los medios digitales, quiero destacar su presencia resuelta en el ámbito digital. Ese compromiso es una magnífica noticia, pues Rubén Amón aporta calidad y rigor, esto es, ese respeto por los hechos que mencionábamos antes, a un entorno en el que las «fake news» amenazan la labor periodística y por lo tanto la calidad de nuestra vida democrática.
Recorre también toda su obra un humor inteligente, característica que le hermana con el recordado Cuco Cerecedo, quien, podríamos recordar, conjugó humor, política y tauromaquia en sus famosas «Figuras de la Fiesta Nacional: perfiles taurinos de los protagonistas de la Transición».
Quisiera señalar por último una cualidad singular de Rubén Amón, más allá de su brillantez y de su versatilidad. Es, y así se señaló en las deliberaciones del jurado, una cierta imprevisibilidad. En un momento en el que, tanto en España como en el mundo entero, la polarización de la sociedad nos conduce a niveles preocupantes de confrontación, sus opiniones no militan en las posiciones trilladas o de respuestas automáticas deudoras de posturas políticas concretas. Bienvenida sea esa independencia de criterio.
Termino, y creo que lo hago sin traicionar la debida confidencialidad de las deliberaciones del Jurado.
Tras repasar las virtudes del candidato, surgió una duda: ¿no nos estaríamos precipitando en tan merecido reconocimiento dada la juventud del candidato? Un miembro del jurado, de cuyo nombre no debo acordarme, nos tranquilizó: «No os preocupéis, no es tan joven como parece».
Querido Rubén, reitero en nombre del Jurado y en el mío propio, nuestra más cordial enhorabuena.
Muchas gracias.