Desde que Pedro Solbes, como presidente del jurado, me llamó para anunciarme que me habían concedido el premio Carlos Humanes, y de esto hace ya un mes, recibí un aluvión de llamadas, lo que demuestra la importancia que ha adquirido este galardón, pese al poco tiempo de existencia. Quizá por ese motivo no he dejado de pensar en el discurso que tenía que dar hoy aquí y se convirtió (el discurso, digo) en una obsesión casi horaria. Y se me iban ocurriendo ideas que se agolpaban y creaban un caos maravilloso. Así que decidí tomar papel y lápiz y ordenarlo, sobre todo para no pasarme de los dos folios que me pidió Pepi.
Es momento de decir, dejándome de preámbulos, que es un honor recibir este reconocimiento. En su momento aplaudí la idea de la Asociación de Periodistas Europeos (APE) de crearlo y de ponerle el nombre de Carlos Humanes, un periodista referencia en la información económica, de los que antes se solían denominar “periodistas de raza”, de esos que aprendes cosas siempre. Y es un honor, asimismo, recibirlo después de mi querido Mariano Guindal, al que cada vez siento más amigo (me atrevo a asegurar que, como Carlos, es querido por todos los que le conocemos). Mariano no ha podido asistir porque se encuentra en convalecencia. Le deseo pronta recuperación. Los dos (Carlos y Mariano) son ejemplo de buen periodismo.
El jurado ha valorado, además de la trayectoria profesional, mi dedicación al fomento de la formación y el impulso para favorecer la transparencia informativa. Y no me quedaría contento si, en este capítulo, no rindiera tributo a los pioneros de la información económica, que fundaron la Agrupación (con la democracia ya fue Asociación) de Periodistas de Información Económica (APIE) allá por 1973 con el fin de dignificar el periodismo económico. Ellos fueron los que lograron que las noticias económicas tuvieran su espacio propio en los medios. Este tipo de información se incrustaba en las páginas de Nacional e incluso en las de Sucesos, o simplemente no se incluía. Hasta que en 1976 el recién nacido diario El País incorporó en sus páginas la sección de Economía y Trabajo. Desde entonces fue tomando importancia y ahora resulta uno de los pilares de cualquier medio. También pusieron en marcha programas de formación, imprescindible en una información tan especializada como esta. En esa formación siempre hemos tenido la colaboración de los colegios de economistas, los ministerios, los sindicatos y muchas empresas, a los que hay que darles las gracias. Con los años, a mí me tocó también participar en esa labor. Gracias a la insistencia de todos hemos logrado que la información económica haya sido considerada como fundamental.
Yo comencé en este oficio a finales de los setenta, sin haber terminado la carrera (por cierto, varios compañeros de la sexta promoción han venido a acompañarme y les agradezco su presencia), y me puse a rebufo de aquellos pioneros. Aterricé en el confidencial Rapport Económico y la revista Mercado, que estaba a punto de nacer, recomendado por un paisano (Dani Piney), que era el jefe de la imprenta donde se tiraba el Rapport e iba a tirarse la revista. Allí me encontré con gentes como Joaquín y Jaime de Pablo, Alberto Anaut y Alberto Martínez, Pedro Cases, Javier Ayuso, entre otros, y otros que se fueron incorporando. Luego pasé a Cinco Días, formé parte del equipo fundador de La Gaceta de los Negocios y, desde 1989, cumplo en El País.
Suele recordar M. Á. Aguilar parafraseando a Onésimo Anciones que las noticias están en los bares. Una forma bastante gráfica, pero acertada, de reflejar un aforismo que cada vez es menos frecuente. Yo me hice mayor así, pateando la calle, los ministerios y los sindicatos, llamando a las puertas de las empresas, yendo a ver de frente a las fuentes, ganando la confianza de los interlocutores que me ayudaron a hacerme periodista de verdad.
Escribía Diego Carcedo en el obituario que hizo de Pepe Oneto, al que también quiero recordar hoy aquí, que era uno de esos periodistas responsables que nunca ofrecía una noticia sin comprobarla concienzudamente. Pues eso es lo que hay que reivindicar en estos tiempos en los que el periodismo (y no solo el económico) sufre la epidemia de la inmediatez. Es una enfermedad que ha llegado con la irrupción de las nuevas tecnologías digitales. No voy a denigrar los nuevos soportes, que son buenos e imparables y facilitan y permiten enriquecer la información; pero tiene su cara perversa, que hace que nos saltemos las reglas más elementales del periodismo. A esa epidemia se añade la exigencia (o autoexigencia) que se produce en algunos medios (una mal concebida servidumbre) de tener que publicar todos los días. Y qué decir de las fake news y el mal uso de las redes sociales. El problema radica en que, en aras de la libertad de expresión, cualquiera se convierte (o se quiere convertir) en una voz autorizada (léase esto entre comillas) cuando, en realidad, lo que hace es distorsionar la realidad.
En definitiva, se desvirtúa lo que yo llamo la CCCP, que no son las siglas de la antigua Unión Soviética en ruso, sino esas reglas tan elementales como esenciales del periodismo: Conocer, Comprender, Contrastar y Publicar. Y, desgraciadamente, parece que lo que prima es saltarse las dos ces del medio (e incluso a veces la primera) con tal de llegar a la p, la de publicar, y encima cuanto antes. Eso provoca, y lo vemos en las ruedas de prensa, que no se pueda atender bien la información y menos reflexionar sobre ella. Es un abismo en el que yo, que soy un periodista analógico que todavía piensa en el periódico de mañana antes que en la versión digital y que el papel va a durar mucho más tiempo que el auguraban los agoreros a finales del siglo pasado, no quiero que me encuentren.
Debo terminar porque me he pasado de los dos folios con creces. Es una satisfacción comprobar los amigos que he ido acumulando, tanto entre los colegas de profesión como en las empresas y la Administración. Muchos no han podido venir por distintas razones (entre ellas la celebración del Princesa de Asturias); pero quiero agradeceros a todos vuestra presencia y, sobre todo, a la APE, a El Boletín (que fundó Carlos Humanes) y al patrocinador Iberdrola (que hace que el premio sea más interesante) la organización de este premio. También a los familiares que han venido a arroparme.
Anteayer cumplí años. Unos cuantos, 62. Así que mejor regalo, aunque sea dos días después, imposible. Y termino: Habrá siempre periodismo más allá de los soportes en los que se sustente; pero hay que velar para que sea un buen periodismo.