Grietas y fisuras en un Israel en guerra, por Pedro González

Mantener el esfuerzo bélico, pero sobre todo sostener una sociedad firmemente cohesionada que lo respalde, no es fácil cuando una guerra se alarga en el tiempo, y tanto militares como civiles aumentan el número y la intensidad de las preguntas que se hacen a sí mismos, y que los dirigentes penan cada vez más para darles respuestas satisfactorias. 

Israel ha entrado en esa fase de muchas incertidumbres, habida cuenta del alargamiento de su guerra en Gaza, convertida de hecho en el conflicto bélico más largo sostenido por su Ejército desde la creación misma del Estado de Israel en 1948. 

Nada menos que el mismísimo portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), el muy templado contralmirante Daniel Hagari, se atrevió a cuestionar que pueda cumplirse el principal objetivo públicamente declarado por el Gobierno de Benjamín Netanyahu en esta guerra: hacer desaparecer a Hamás. “Hamás es una ideología. No podemos eliminar una ideología. Decir que vamos a hacerla desaparecer es arrojar humo y niebla a los ojos del público”, declaró Hagari en una entrevista al Canal 13 de la televisión israelí, en la que concluyó de manera demoledora: “Si no ofrecemos otra alternativa, al final tendremos a Hamás”. 

Tan brutal le pareció a Netanyahu este cuestionamiento, que reaccionó de inmediato con un lacónico pero firme comunicado, en el que se reafirmaba en su intención de no concluir la guerra hasta “destruir al Gobierno y las capacidades militares de Hamás”. 

La controversia con Hagari sucede a las fuertes discrepancias surgidas entre Netanyahu y el líder centrista Benny Gantz, a propósito del supuesto plan de posguerra para Gaza. La supuesta ausencia de este fue el motivo esgrimido por el exgeneral Gantz para abandonar el gabinete de guerra del Gobierno, dimisión que provocó a su vez la disolución del citado gabinete por el primer ministro israelí. La desarticulación de este tampoco fue una maniobra gratuita porque uno de sus ministros más extremistas, Itamar Ben Gvir, le había exigido a Netanyahu entrar en ese gabinete, a lo que el jefe del Gobierno respondió con una acusación más que velada a su ministro de Seguridad, instándole a que demostrara que no es el “bocazas” que va difundiendo secretos de Estado, que perjudican notablemente la acción unitaria del Gobierno. Acusación que Ben Gvir replicó pidiendo a Netanyahu que todos los ministros se sometan al detector de mentiras para saber quién o quienes son los que efectivamente dan rienda suelta a la húmeda. 

En este indudable clima de crispación interior, atizado también por los familiares de los secuestrados aún en poder de Hamás, ha irrumpido el líder del movimiento islamista Hezbolá, Hassan Nasrallah, amenazando a Israel con una guerra total, deslizando que no sólo dispone de nuevas armas, sino también de innovadoras capacidades de inteligencia dentro del propio Israel. En plan apocalíptico, Nasrallah advirtió que “ningún lugar en Israel se libraría del alcance de los misiles de su grupo si sus líderes cumplían sus amenazas de atacar el Líbano”.

Nasrallah enardeció a sus seguidores señalando que “estamos preparados para lo peor, de forma que el enemigo [Israel] debe saber que le atacaremos por tierra, mar y aire”. El líder de Hezbolá completó su discurso amenazando directamente y por primera vez a Chipre, tras afirmar que “tenemos información fidedigna, según la cual Israel utilizaría aeropuertos y bases chipriotas” en su pretendida ofensiva sobre Líbano. Era la respuesta a las declaraciones del general de división israelí Ori Gordin, realizadas la víspera, y según las cuales Israel ya habría aprobado los planes operativos para iniciar una ofensiva sobre Líbano. 

En este contexto, es importante resaltar el último análisis geopolítico de Zvi Bar´el, profesor del Sapir Academic College y publicado en Haaretz: “Israel tiene ya la prueba de que no puede sostener todas las guerras que quisiera pelear, e incluso aquellas que le obligan a disputar”, asegura de manera categórica este analista. A su juicio, ha quedado demostrado que “es un globo pinchado que estemos preparados para cualquier escenario”, una vez que se está confirmando la imposibilidad de destruir a Hamás, hacer retroceder al Líbano a la Edad de Piedra y destruir las capacidades nucleares de Irán, “por cierto al mismo tiempo en que tampoco es capaz de eliminar el terror [sembrado por los colonos] en Cisjordania”. 

El documento rebaja, por lo tanto, de manera considerable, la euforia sobre la supuesta invencibilidad de Israel, aun cuando ésta se sustenta fundamentalmente en la incuestionable e incuestionada ayuda militar de Estados Unidos. Y la conclusión que cabe extraer no deja de ser bastante desalentadora: la guerra de Gaza corre cada vez más riesgo de desbordarse e incendiar toda la región… y más allá.  

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