Cuando se iba a cumplir el primer semestre de la inauguración de Donald Trump, la Asociación de Periodistas Europeos reunía en el Parador de Toledo el Seminario Internacional Seguridad y Defensa en su XXIX edición bajo el título «¿Hacia un nuevo (des)orden mundial?». Su propósito era analizar el manejo de las relaciones internacionales por el nuevo presidente de los Estados Unidos, empezando por la vecindad de México al imponerle la obligación amurallar la frontera pagando su coste y exigir la renegociación del NAFTA. Era la ocasión de evaluar los efectos causados al cuestionar las garantías de defensa automática compendiadas en el artículo 5º de la Alianza Atlántica, las cuales en adelante quedarían limitadas a los países que estuvieran al corriente de pago. También de examinar el alineamiento a favor del Brexit y la proclamación del deseo de que otros países siguieran la misma senda hasta la desintegración de la UE. Sin olvidar el manejo confuso de cuanto se refiere a la Rusia de Putin con quien Trump está en deuda por la ayuda que le prestó para derrotar a Hillary Clinton. Añádase el objetivo declarado de impugnar el acuerdo nuclear con Irán o las bravatas enfurecidas que han encumbrado al presidente de Corea del Norte Kim Jong-un a la impensable condición de antagonista y se tendrá una primera idea del desconcierto reinante.
Esas y otras perturbaciones adyacentes funcionaron también como señuelos para desviar la atención de asuntos internos escabrosos y de enconos incandescentes que incendiaban el Ala Oeste de la Casa Blanca donde los relevos, los ajustes de cuentas y la declaración de la prensa más solvente como enemiga del pueblo favorecían un caos nada creativo y originaban el fuego y la furia que acaba de compendiar en su libro Michael Wolff. El caso es que con el propósito de «make America great again», que aquí traduciríamos en «por el imperio hacia Dios», empezaban a atisbarse los resultados de los anuncios de Trump de que arrasaría el perverso establishment de Washington. Basten dos pruebas. El empeño por liquidar el Obamacare, evitando que actuara como adormidera en premio a los ineficientes, y la mayor bajada de impuestos a los ricos que tan sobradamente tienen probado merecerlo todo. Además de dejar sin presupuesto al Departamento de Estado y multiplicar el de Defensa.
Los paneles del Seminario de junio del 17 incluyeron a Ian Lesser, vicepresidente del German Marshall Fund de Nueva York; Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales (IRIS) de París; Tomas Klvana, escritor checo y profesor de la New York University, el Coronel José Pardo de Santayana, analista principal del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE); Francisco Martínez Vázquez, ex Secretario de Estado de Seguridad; Borja Lasheras, Director del European Council on Foreign Relations (ECFR); Nicolás de Pedro, investigador principal del CIDOB; el General Miguel Ángel Ballesteros, Director del IEEE; el General Félix Sanz Roldán, director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI); Elena Gómez Castro, Directora General de Política de Defensa (DIGENPOL); el General Alfredo Ramírez, Jefe del Eurocuerpo; Jesús Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) y Agustín Conde, Secretario de Estado de Defensa. Además de los periodistas en función de moderadores que fueron Georgina Higueras, Javier Fernández Arribas, Pilar Requena, Montserrat Domínguez y Ángeles Bazán.
Los debates de Toledo confirmaron que el unilateralismo de Trump apunta a desembocar en aislamiento y que, en la política, como en la física, funciona el horror vacui y el espacio vacío tiende a ser ocupado de nuevo; que Occidente ya no domina el mundo y que, al descuidar en sus comportamientos los valores defendidos, perdió autoridad para juzgar el comportamiento de los demás, más aún, si asumimos con Pascal Boniface, que la opinión pública occidental ya no puede ser considerada la opinión pública internacional.
En los juegos de estrategia la modalidad óptima de actuación depende para cada jugador de lo que haga el otro, lo cual subraya la interdependencia que se establece con las decisiones de los adversarios y sus expectativas respectivas sobre cómo procederán. De ahí que Paolo Fabbri en su libro Elogio del conflicto siga la senda del duque de Wellington, siempre deseoso de saber más sobre el enemigo que queda fuera de su alcance visual por estar acampado al otro lado de la colina.
En todo caso, para estudiar el orden social, que no es exactamente una comunidad de santos, conviene tener en cuenta el punto de vista del delincuente, mediante las que se denominan «apariencias normales», las que llevan al ladrón a no escapar corriendo sino caminando como los demás, dado que la normalidad es el mejor disfraz, el camuflaje más eficaz. Además de que de errores felices y de descubrimientos inesperados emergen nuevas informaciones de máximo valor noticioso. Así, por ejemplo, los sinsentidos del presidente norteamericano en el ámbito de la política internacional pueden dar impulso decisivo a la Europa de la Defensa y forzar a la Unión Europea a superar su desmembración y a decantarse por el compromiso consecuente en lugar del buenismo voayeur, a abandonar la nostalgia y a desempeñar un rol activo con soluciones nuevas en las que se presenten como socios leales capaces de inducir las mejores acciones.
La mirada semiótica, dice Fabbri, estudia el modo en que el sentido es puesto en condiciones de significar y supone la determinación de lo indeterminado en universos pletóricos de turbulencias, tras momentos intempestivos de explosión a los que se refería Lotman cuando todavía era inimaginable la disentería de los twits de Trump.
Su peligro es directamente proporcional a la elementalidad del presidente americano que podría llevarle a vanagloriarse con osadía e insolencia de haber iniciado una guerra, cuando desde Julio César -intelectual, guerrero y cronista- sólo hemos considerado legítima la guerra impuesta, la guerra defensiva, según acotación de Stefan Zweig en su libro La desintoxicación moral de Europa. Tan borroso mapa de situación podría favorecer que cundiera aquello de «yo ya no sé si soy de los nuestros».
Quede aquí constancia del agradecimiento a la Secretaría General de Política de Defensa del Ministerio de Defensa, a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, a El Corte Inglés y a Indra por su patrocinio al Seminario Internacional de Seguridad y Defensa, mientras preparamos la siguiente edición. Adelante.
Miguel Ángel Aguilar
Juan de Oñate