Cándido fue, sin duda, uno de los grandes de la profesión, uno de esos periodistas que se convierten en referentes ineludibles y que marcan toda una época. Supo elegir con extremo cuidado a sus maestros y, por encima de todo, deleitar siempre a sus lectores con una escritura deslumbrante, reflejo de un inusual talento natural, producto de una fina inteligencia, del cultivo de tantas lecturas y de aquella elegancia espiritual que le adornaba.
De sus convicciones en favor de la apasionante tarea de la integración europea y de sus apuestas en favor de la libertad de expresión, hemos sido testigos y beneficiarios directos.
Desde esta misma tribuna, tuvimos la fortuna de escucharle año tras año trazar sus agudas reflexiones, siempre propensas a encontrar en la filosofía de los clásicos un modo inteligente de reaccionar ante la agitación que, en ocasiones, aparece en los más modernos. Aquí mismo nos llegó a alertar, en alguna ocasión, sobre la necesidad de evitar que la actualidad nos inundara y de que acabara enmascarando la realidad.
De su condición de español cabal y de su lealtad a la Corona, ha dejado pruebas sobradas que quiero y debo agradecer no sin recordar las ocasiones en las que con gran cariño, con prudencia y con la ironía de su terruño asturiano me trasladaba consejos, reflexiones sobre la vida pública y el devenir de España en Europa y en el Mundo.
Reconocido con los más importantes premios y distinciones, Cándido nos dejó el gran legado de su obra como periodista y escritor. Una obra marcada por su profesionalidad y su compromiso con el lector al que servía y con la España a la que amaba. Estoy seguro de que la Asociación de Periodistas Europeos sabrá guardar un lugar de privilegio para su obra y mantener viva, en el recuerdo de todos, la memoria de su destacada figura.
El señor Sylvain Cypel subraya que ningún hecho permanece inalterado después de haber sido difundido como noticia. Nuestro premiado se halla entre los convencidos de que la realidad se nos escapa, porque a la postre sólo conocemos aquella realidad sometida a nuestro modo de interrogarla. Es de los periodistas y escritores que entrega sus conclusiones a sus lectores o audiencias, sin alterarlas para halagar a nadie.