Discurso de S.A.R. El Príncipe de Asturias en la entrega del XVII Premio de Periodismo «Francisco Cerecedo»

En estas fechas, que rememoran hechos tan significativos para nuestra historia contemporánea, quiero recordar también, con emoción y orgullo, el ejemplo de tantos españoles que bajo el amparo, aliento e impulso de S.M. el Rey, durante estos veinticinco años, han servido con él a los principios de concordia, libertad, tolerancia y democracia. Una democracia que es, a la vez, un compromiso mutuo y un diálogo permanente, enriquecidos por la experiencia de este cuarto de siglo, y puestos al servicio del progreso colectivo y del pleno desarrollo de nuestras posibilidades. Un proyecto ambicioso, al que merece la pena dedicar todos nuestros esfuerzos.

No cabe duda de que el periodismo ejercido rigurosamente es una de las palancas decisivas de la sociedad para entenderse a sí misma. El periodista es su tornavoz, que le devuelve su sentir más íntimo convertido en expresión inteligente y despierta su voluntad, haciéndola más clara y más firme.

En este tiempo, en que la plaga del terrorismo quiere doblegarnos para arrasar después los principios que nos gobiernan, el periodismo es la luz que penetra con admirable valor cívico y aquel territorio mental distorsionado por el rencor visceral, la ignorancia y la ignominia, por la furia asesina. Los periodistas son los zapadores de la historia y los guardianes, a costa de sus desvelos, de la entereza pública. Por eso quiero, en este momento de entrega de un premio al periodismo, reiterarles mi reconocimiento y respeto, compartido por todos.

Los Premios Cerecedo, y quienes los han recibido, tienen como denominador común este afán por la libertad. Una tarea que va construyendo, a partir de los hechos de cada día, la arquitectura de nuestra convivencia cotidiana. Un papel estimulante, y a la vez exigente, pues la libertad no es exclusivamente nuestra, sino de todos. Y esto es especialmente cierto en el caso de los medios de comunicación, por su función social y su influencia en la formación de la opinión pública. Así, la consideración que merecen por parte de sus conciudadanos tiene su fundamento en la calidad y exigencia con que realizan su trabajo.

La historia que comenzó el 22 de noviembre de 1975 no ha terminado porque la libertad y la democracia, deben reavivarse constantemente, como la llama que necesita del aire para existir y crecer. Seguiremos trabajando por ellas.

Muchas gracias.

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