La búsqueda de la verdad supone muchas veces adentrarse por territorios inseguros, al mismo tiempo que obliga a recordar la sentencia de Andrés Malraux, según el cual «la libertad consiste en someternos a aquello que dentro de nosotros mismos nos sobrepasa». Pero es más difícil aún lograr, como hace el humorista, sugerir sin ofender, ejemplarizar sin perder la sonrisa, enfrentarse con la tragedia para reflejarla sin amargura y dejar clavado el aguijón del dolor, atenuado por la dulzura y la gracia.
Chumy-Chúmez, con sus dibujos y sus textos ha transgredido muchos tópicos, y ha dado siempre muestra de una imaginación creadora, fértil en hallazgos inteligentes.
Los dibujos de Chumy-Chúmez son liberadores de energía, permanecen ajenos a toda rigidez formal, quiebran la monotonía de la vulgaridad y sirven de antídoto a las alienaciones.
Es patente, además, en Chumy-Chúmez su esfuerzo por ayudar a que todos tomen la palabra sin aceptar las convenciones que querrían situar en el ghetto del confinamiento y la irrelevancia a quienes se encuentran en inferioridad de condiciones.
Chumy-Chúmez ama sobre todo a las víctimas. Su obra forma parte de una trayectoria con extraordinarios precedentes y espléndidos acompañamientos en las páginas de la prensa española. Las palabras de Jorge Santayana, según las cuales el fenómeno de alumbrar algo nuevo surge poderoso cuando el artista «se funde» con las experiencias estéticas previas, se cumplen, pues, felizmente en nuestro galardonado.