Discurso de María Cruz Seoane en la entrega del VIII Premio de Periodismo «Francisco Cerecedo»

SAR el Príncipe Felipe posa junto al galardonado, Chumy Chúmez

Es comúnmente aceptado –y los periodistas a los que tal cosa les preocupa lo dicen con melancolía– que su labor, atada por definición a la actualidad, está destinada al olvido en mayor medida que la de otros profesionales o vocacionales de la pluma. No estoy yo muy convencida de ello, ni de que las hojas sueltas de los periódicos, que suelen considerarse lo efímero por antonomasia, lo sean mucho más que las cosidas y encuadernadas de los libros que, en su inmensa mayoría, no son sino verduras de las eras también.

Sigo a Chumy como lectora y siempre me he identificado especialmente con su peculiar tipo de humor. Y para mí el humor es la cosa más seria de la vida. Parece que sólo los humanos reímos. Debe de ser un don que nos ha sido concedido como compensación por la angustia que lleva consigo nuestra condición, también única, de seres que se saben mortales. Pobres de nosotros si no pudiéramos reirnos las muelas de nuestra propia sombra y de nuestra propia muerte.

Y no creo ser inoportuna sacando a colación a la muerte, porque, como todos ustedes saben, ella es un personaje casi omnipresente en el humor de Chumy. Tumbas, ataúdes, calaveras, esqueletos y todas las representaciones de La Horrible pululan por sus chistes desde mucho antes de que, a causa de una grave enfermedad, se sintiera muy cerca de sus fauces y para distraer el pavor que sentía, según propia confesión, escribiera ese libro estupendo que es Ayer casi me muero, que recomiendo a todos, pero muy especialmente a los que hayan sufrido una larga experiencia hospitalaria.

Y ahora sí termino, porque adivino a Chumy sintiéndose como un personaje suyo, quien –desde su féretro, claro está, en el día de su entierro– contemplaba atónito el lujo que te rodeaba sin comprender el sentido ni el motivo de las ceremonias que se le dedicaban, hasta que cayó en la cuenta de que le habían confundido con otro, que todo aquello no era por él. Pues sí, Chumy, todo esto va por ti. Y gracias por merecerlo.

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