Alteza Real, queridos amigos y colegas.
Primero, claro, dar mis más sinceras gracias al Jurado por este premio Francisco Cuco Cerecedo, que me enorgullece, me enternece y me abruma en ese orden. Me enorgullece porque es un premio al que no hay que presentarse; cuenta entre los premiados a los periodistas más libres, capaces, rigurosos y serios a los que admiro y respeto. Mi madre, la gran periodista Josefina Carabias, solía decir que el éxito y los premios siempre son inmerecidos, pero sienta muy bien al cutis. Y aunque es cierto que el talento no se hereda, sí que buena parte de este premio se lo debo a ella por la parte genética que le toca.
El premio me enternece porque conocí y trabajé con Cuco en Cambio 16, y me admiraba su honestidad, su rectitud, su humor, su capacidad de trabajo, sus ocurrencias, su rigurosidad intelectual y, claro, su simpatía arrolladora. Y créanme si les digo que sentí su muerte prematura como la de un hermano que deja una huella imborrable.
Y me abruma, porque supone una enorme responsabilidad, dada la confianza y el aprecio a mi trabajo que mis colegas del jurado han depositado en mí. Y más en este momento que la prensa escrita española está atravesando un periodo de crisis entristecedora. Acaba de desaparecer un diario, el YA, que fue decano de la prensa española y nadie ha podido hacer nada para evitarlo. Otro periódico emblemático de la democracia, Diario 16, que ha sido mi casa, está al borde de sus fuerzas. Sin hablar de las dificultades de las revistas semanales de información general. Todos sabemos que para que una democracia se desarrolle en salud, es necesario alimentarla con unos medios de comunicación libres, plurales, rigurosos y variados que garanticen el derecho constitucional del ciudadano a la libertad de expresión y de opinión.
Creo que todos nosotros agradecemos el interés de Su Alteza Real don Felipe de Borbón por estar aquí con nosotros y prestar atención a nuestras actividades y aspiraciones. Al fin y al cabo Su Alteza es el futuro y nosotros también. Gracias.
