Hoy vivimos como europeos un momento crucial y delicado, el de sacar adelante una Constitución para una Europa que ya no es la del siglo XIX, cuando se transformó en una fuerza dominadora del mundo debido a su capacidad de expansión económica y militar, un doble expansionismo que se apoyó en la ciencia y en la técnica y en una cultura que, a pesar de todo, no serviría para tajar sus propias catástrofes y su hundimiento en dos guerras mundiales durante el siglo XX. Por fortuna las grandes mitologías han desaparecido. Hoy no concebimos Europa como una sucesión de momentos trascendentales, sino como una inmensa y diversa casuística de orden democrático y libre que tenemos que ir resolviendo día tras día, pues Europa es un proceso, una fluencia, y no está dada de antemano.
Un proceso, ciertamente, alimentado en su fondo más entrañable por la Grecia de Platón, la Roma de Virgilio, la Edad Media de Dante y de las catedrales, el Renacimiento, la Ilustración, el Barroco, el Romanticismo. Pero ese núcleo deslumbrante de intimidad histórica no garantiza el futuro, que está exclusivamente en nuestras manos. En tal sentido el referéndum que se avecina es una de las claves del ser o no ser de Europa y ello para muchos años.
A la Europa de las libertades y de la grandeza civil pertenece Antonio Tabucchi, un escritor italiano lúcido, sereno, valeroso y penetrante. Antonio Pabucchi pertenece a esa Europa que, más que tener enemigos a la usanza de los viejos conflictos, corre riesgos. «Riesgo –nos dice Anthony Giddens en su ensayo Un mundo desbocado»– no es igual a amenaza de peligro. El riesgo se refiere a peligros que se analizan activamente en relación a posibilidades futuras. Sólo alcanza un uso extendido en una sociedad orientada hacia el futuro. Tabucchi es, pues, un hombre de riesgo, un escritor de riesgo, el riesgo de sus actitudes, no difuminando su conciencia, sus convicciones y sus argumentos, menos frente al poder. Un hombre que asume también el riesgo de la transición histórica que vivimos, un momento en el que, sin ser completamente dueños de nuestra historia, podemos darle un sentido. Sostiene Pereira, por no citar más que uno de sus grandes libros, es una novela conmovedora acerca de la lealtad y el valor civil y del riesgo de sostener tales virtudes públicas. Nuestra felicitación más calurosa al ciudadano y al escritor, al hombre vertical, para decirlo con las palabras de un poeta: «honremos, en la medida de nuestras fuerzas, al hombre vertical».