El periodismo del punto de vista, ese gran periodismo que nació en Europa y que en cierto modo fue un desprendimiento de la filosofía. Un periodismo que pone el énfasis más que en el saber, en el comprender. Mientras exista ese género de periodismo, mientras no se pierda esa variable inmaterial de la información que se llama conocimiento, del que han dado tantas pruebas los demás escritores premiados con el «Cerecedo»; mientras se mantenga la cultura de estilo libre e individualista, que es el rasgo más ilustre de la galaxia Gutemberg, en una palabra, mientras persista una muestra del periodismo del punto de vista, la sociedad podrá resistir la integración que sobreviene por todas partes y con ella la deshumanización.
El nombre de Francisco Cerecedo continúa siendo para nosotros la evocación más exacta. Algunos vamos envejeciendo, bien es cierto que unos más que otros, mientras que Francisco Cerecedo se mantiene joven en la memoria, incansable, penetrante, irónico, con la esperanza intacta y adornado de ese valor de inocencia que es propia de las inteligencias superiores. Detenido de golpe por la muerte en su juventud, quieto ya como una estatua, sigue mostrándonos el gran periodismo del punto de vista, con una respuesta distinta para cada estímulo.