La función más genuinamente humana, que nos diferencia del resto de los animales, es la comunicación a través del lenguaje hablado. Una capacidad debida a un gen, llamado FOXP2, que apareció no hace más de 200.000 años. Este gen del lenguaje ha facultado a la especie humana para la adquisición de conocimiento, esa capacidad que nos permite adquirir información, memorizarla, recordarla cuando es necesario, comunicarla y utilizarla para planificar e influir en nuestro futuro.
Creemos que nuestro cerebro se programa muy poco durante el desarrollo fetal, es decir, que nacemos con un equipo básico muy simple, pero con un diseño que nos permite construir nuestro propio cerebro, nuestra historia, mediante la comunicación y compartiendo experiencia. Así pues, a lo largo de la existencia del hombre la historia oral ha sido un documento vivo que se ha transmitido mediante la comunicación, y ha formado las bases del conocimiento de las sociedades.
Esa capacidad de comunicación es la que ha valorado el jurado en Soledad Alameda al otorgarle el decimonoveno premio Francisco Cerecedo de periodismo, instituido por la Asociación de Periodistas Europeos, y que he tenido el honor de presidir.
Las entrevistas de Soledad Alameda muestra a la periodista e intelectual que conoce cosas, pero también que sintetiza, comunica e influye en el pensamiento de sus lectores. Soledad es el epítome de la periodista que agita la olla, reúne a la gente, busca nuevas ideas y hace que las cosas ocurran. En esta nueva sociedad buscamos a gente lista no en la anestesia de la sabiduría, si no a gente que, a lo largo de los años, haya expandido con su trabajo creativo nuestra noción de quién y qué somos. La inteligencia –como dice el filósofo José Antonio Marina– «no tiene como objetivo adquirir conocimientos, sino dirigir actividades y comportamientos». Su función primordial es la acción, y de cómo usemos nuestro conocimiento dependerá la conformación que demos a la sociedad.
La contribución de Soledad Alameda en la frontera de la comunicación, ha sido valorada unánimemente por un jurado –como querría C. P. Snow– típicamente de la tercera cultura, ya que ha estado formado por artistas, periodistas y aquí quiero tener un recuerdo especial de Luis Carandell, políticos, empresarios y científicos, y todos hemos coincidido en que sus entrevistas son evocadoras, su investigación exhaustiva, de tal modo que conduce al personaje y lo introduce en el lector, proporcionando nuevas perspectivas en un rango amplio de temas importantes. Su contribución, en suma, es verdaderamente sobresaliente, y en nombre del jurado le transmito nuestra felicitación.