Artículo publicado por Miguel Ángel Aguilar en El Siglo de Europa el 17 de Enero de 2011.
Con Jiri Dienstbier, de cuya muerte en un hospital de Praga a los 73 años supimos el pasado sábado día 8, desaparece uno de esos héroes cívicos de los que ya no quedan. Fue pieza clave en la disidencia, a partir de la “primavera de Praga” de mayo de 1968 que se abrió con las reformas del presidente Alexander Dubcek y fue arrasada por las tropas soviéticas invasoras. Dienstbier se afilió con apenas 21 años en 1958 al Partido Comunista. Fue reportero y enviado especial para la radio checoslovaca en diferentes capitales occidentales. Su compromiso político le llevó a ser portavoz de “Carta 77” y a pasar tres años en prisión. Quedó inhabilitado como periodista y se le asignó un trabajo como deshollinador del que pasó directamente a ocupar la cartera de Exteriores en el primer gobierno de Vaclav Havel.
En el año 1991 Jiri Dienstbier vino por primera vez a España invitado a participar en la tercera edición del Seminario de Europa Central que cada año desde julio de 1989 organiza la Asociación de Periodistas Europeos. El seminario se hacía en el Palacio de la Magdalena de Santander, en colaboración con la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo. Ese año la Reina Doña Sofía se había interesado por acudir a las sesiones del Seminario, al saber que entre los ponentes figuraba el general Jaruzelsky. Nuestro Dienstbier se hizo asiduo de esas convocatorias, que cambiaron la sede santanderina por la donostiarra del Palacio de Miramar. Ya va para 23 años que polacos, checos, húngaros y eslovacos con dedicaciones diversas, de ministros, periodistas, literatos, cineastas, académicos, sindicalistas, empresarios, obispos, parlamentarios o embajadores, debaten la situación y los horizontes de Centroeuropa. Es lo que se ha dado en llamar el “Club de San Sebastián”.
Los que ahora se sientan en las poltronas del poder, los que han hecho mofa y befa de la UE, con ocasión por ejemplo de la presidencia correspondiente a la República Checa, sólo tienen en su haber la irreverencia y el sinrespeto hacia la tarea dura y abnegada cumplida por quienes de verdad se enfrentaron a los regímenes satélites de Moscú y sufrieron persecución por la justicia como nuestro Jiri Dienstbier. Después de sus tareas como ministro, Dienstbier cumplió otras en calidad de Comisario de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en la antigua Yugoslavia entre 1998 y 2001. Siempre mantuvo que la llamada revolución de terciopelo que causó la escisión política de su país en dos naciones –Chequia y Eslovaquia- nunca se hubiera producido si hubiera tenido que pasar por el voto popular y que fue el resultado de la traición de una clase política sin atributos y sobrada de pequeñas ambiciones. El resultado sobre todo en Eslovaquia fue que todos los eslovacos eran sospechosos de no serlo con suficiente intensidad o de no haberlo sido en el pasado. Además, en aras de las urgencias de la construcción nacional, las libertades pasaban a ser un lujo inconveniente carente de sentido salvo para intelectuales nocivos y cualquier mala cara que desde fuera se pusiera al régimen nacionalista se interpretaba en términos de conspiración internacional contra Eslovaquia.
Todavía Dienstbier vino a Toledo los días 14 y 15 de 2007 para participar en un Seminario Internacional de Defensa de la Asociación de Periodistas Europeos. Allí en el panel titulado “Kosovo: ¿una victoria pírrica?” vaticinó con precisión a un año vista el desconcierto que vivimos después con el absurdo de la declaración unilateral de independencia. Un disparate patrocinado por Washington y endosado por 18 de los 27 miembros de la UE, incapaces de fijar una posición común pese al flagrante quebrantamiento de la legalidad internacional. Ahora descubrimos que Kosovo desde su primer ministro para abajo está en manos de una mafia, acreditada como asesina mucho antes de la independencia.