La Cumbre Iberoamericana de Cádiz abordó los asuntos más candentes de la realidad ciudadana como son la necesidad de acometer políticas de crecimiento, imprescindibles junto con la austeridad reinante para ajustar los enormes déficits públicos y pagar la abultada deuda de los países, con el objetivo de conseguir crear empleo. España y Portugal representaron en esta Cumbre Iberoamericana la cruz de una realidad europea en profunda crisis, sufriendo las directrices inflexibles de los hombres de negro de Bruselas y del FMI, frente a la cara de la moneda que escenifican los países iberoamericanos que disfrutan de un crecimiento económico sostenido desde hace varios años y que han dado la vuelta a la tortilla tradicional; y son ellos, ahora, quienes pueden ayudar a los otrora desarrollados europeos. El ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, explicaba en su intervención en el Foro Eurolatinoamericano que se celebró en Cádiz, organizado por la Asociación de Periodistas Europeos, que todos los temas que se trataron en las reuniones de los jefes de Estado y de Gobierno iberoamericanos iban a tener un contenido y una trascendencia política con la llamada Declaración de Cádiz. En la agenda de la reunión, se iban a discutir los asuntos de la escena internacional que interesan y afectan a todos. Desde la crisis económica a la lucha contra el narcotráfico; la regulación del sistema financiero y la inestabilidad en el Oriente Medio que puede disparar de nuevo el precio del petróleo; las circunstancias actuales del comercio mundial y la necesidad de un mayor respeto por el medio ambiente. Dentro de los temas concretos que suegieron en la espléndida ciudad gaditana, destacan los acuerdos de cooperación en materia de infraestructuras donde las empresas españolas pueden aportar sus conocimientos y experiencias a la hora de plantearse diversos proyectos en varios países iberoamericanos. Esta cooperación va a facilitar la cobertura necesaria para crear los mecanismos de apoyo y colaboración de pequeñas y medianas empresas españolas y portuguesas con las de los países iberoamericanos. Los dirigentes políticos deben crear el marco adecuado para que las pymes puedan desarrollar su trabajo en todos los sectores, abriendo así el abanico que hasta ahora han monopolizado las grandes empresas multinacionales. Las perspectivas de desarrollo económico y comercial tienen un alto potencial en los distintos sectores que puedan interactuar aquellas pequeñas y medianas empresas que en España representan, junto a los autónomos emprendedores, más del 80% del tejido empresarial que crea empleo. La canalización de estas posibilidades representa un logro excepcional de la Cumbre Iberoamericana de Cádiz que debe plasmarse inmediatamente entre los distintos países, creando la actividad económica imprescindible para conseguir la opción de nuevos puestos de trabajo.
El gobierno español está especialmente empeñado en recuperar el protagonismo y el peso político perdidos en Iberoamericana durante los años de gobierno de Rodríguez Zapatero que nunca demostró sensibilidad ni interés por una zona del mundo esencial para los intereses de España. El Rey Juan Carlos ha participado en estos meses del gobierno de Mariano Rajoy en la renovación de los vínculos tradicionales con todos los países iberoamericanos, junto con la callada pero eficaz labor del Príncipe de Asturias con el conocimiento de todos los líderes latinoamericanos tras coincidir con ellos en todas las tomas de posesión presidenciales de los últimos 20 años. Esta cumbre de Cádiz va a suponer un paso decisivo donde se demuestre la verdadera voluntad iberoamericana de España para sentar las bases de unas mejores relaciones con absoluto respeto al papel que debe jugar cada país de acuerdo a sus realidades y a sus potencialidades. Por eso, las ausencias en esta ocasión no tienen relevancia puesto que la dinámica que se va a impulsar en Cádiz de la mano de Brasil, México, España, Chile, Colombia, Perú y los centroamericanos, tiene un enorme calado y ningún país se puede permitir quedarse al margen. Ni siquiera la Venezuela de Hugo Chávez o la Argentina de Cristina Fernández.
El reto que tiene ante sí el gobierno español es el día después. Cumplir día a día con los compromisos adquiridos en Cádiz y no olvidarse de los proyectos hasta un mes antes de la celebración de la próxima cumbre prevista en Panamá.