Francia y su “grandeur” son sinónimos, tanto que atraviesan incólumes el paso de la historia y la renovación generacional.
Artículos de los Socios
Donald Trump iba a ganar por goleada la carrera a la Casa Blanca. Los últimos sondeos que aún le veían compitiendo contra Joe Biden le daban una ventaja sideral, 75%-25%. Imposible, pues, para el Partido Demócrata no reaccionar y apretar a fondo la presión sobre el testarudo presidente de Estados Unidos, convencido a pesar de sus reiterados traspiés dialécticos en comparecencias públicas de que era el único que podía ganarle al indiscutido candidato del Partido Republicano.
Abatido el hombre que atentó contra Donald Trump mientras celebraba un mitin en la localidad de Butler, en el estado de Pensilvania, habrá que esperar más tiempo para saber con certeza lo que pretendía el atacante y si existían o no conexiones con grupos u organizaciones interesados en que el expresidente no llegara a instalarse de nuevo en la Casa Blanca
Alborozo y alivio se respiraban en las sedes electorales del Nuevo Frente Popular (NFP) y de Juntos (Ensemble), la alianza conformada por el presidente Emmanuel Macron, quién preconizó un “cordón sanitario” para impedir el ascenso al poder del Reagrupamiento Nacional (RN). Alivio también en la sede bruselense de las instituciones europeas, que podrían continuar así con la tradicional alianza de conservadores, socialdemócratas y liberales en la cada vez más complicada construcción y asentamiento de la Unión Europea.
Les habían prometido la vuelta a la gloria del imperio. Salirse de la Unión Europea equivalía a recuperar la soberanía perdida, dejar de ser contribuyentes netos a países más atrasados del continente, a esos PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España), cuyo acrónimo significa “cerdos”, que no se distinguen precisamente por su laboriosidad ni espíritu de ahorro.
Hoy quizá con exceso de euforia, España se cita con Alemania, con la historia reciente a favor y el hándicap de no haber ganado nunca a un anfitrión de una competición de este tipo. Todo es posible, sin embargo, y aunque lo importante son «los primeros noventa minutos» como, en una peculiar síntesis monetario-futbolística, recuerda Lagarde que decía Robson, lo decisivo es metérsela -la pelota, claro- y cuantas más veces, mejor.
Puede leerlo como quiera, pero la realidad es incontestable: El Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen se ha convertido en la primera fuerza política de Francia.
Reagrupación Nacional (RN) o Nuevo Frente Popular (NFP). Son los dos extremos del arco político que este domingo 30 de junio disputan la primera vuelta de las elecciones generales en Francia.
Salvo para militantes de izquierda muy cafeteros o con el riñón bien cubierto de subvenciones y prebendas, la Unión Europea confirmó el principal de sus pronósticos: triunfo holgado del centro derecha y avance espectacular de la ultraderecha.
De no ser por la gravedad de la tensa situación que se vive en el Mar de China y la desconfianza que reina en el triángulo Japón-Corea-China, los últimos episodios de la confrontación entre las dos Coreas moverían más a la risa y la carcajada que a las sesudas sesiones de los estados mayores militares.
Más de cien líderes judíos europeos y representantes de la comunidad judía convergen en Ámsterdam el lunes y martes de esta semana para celebrar lo que ellos mismos denominan una “cumbre de emergencia”, organizada por la Asociación Judía Europea (EJA) con sede en Bruselas, al objeto de abordar “el creciente antisemitismo y el odio viral hacia los judíos en el Viejo Continente, y más allá de la masacre perpetrada por Hamás el pasado 7 de octubre en Israel”.
Apenas acababa de asistir en Teherán a los funerales por el presidente Ebrahim Raisi, y de volver a Túnez, cuando Kais Saied ha procedido a un reajuste ministerial tan inesperado como sorprendente. El jefe del Estado tunecino, que acapara todos los poderes desde 2021, solo ha cambiado a dos ministros, pero de la envergadura suficiente como para alimentar todas las sospechas respecto de un endurecimiento del régimen.