Publicado en el Diario Negocio el 3 de Abril de 2011
Una de las iniciativas anunciadas por el definitivamente amortizado presidente del Gobierno español, a raíz del Pacto por el Euro alcanzado en Bruselas, es un plan para aflorar la economía sumergida española.
Para aflorar una parte, se entiende, porque regularizar la totalidad es misión imposible. Esa economía irregular equivale al 17% del PIB, según un estudio de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas), una estimación muy conservadora a tenor de lo que arrojan otros informes. Concretamente, el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, señaló recientemente en Gijón, en el Seminario Europeo sobre el Empleo que organiza cada año la Asociación de Periodistas Europeos (APE), y ya van 11 ediciones, que “en el último estudio serio, importante, (…) hecho por la OCDE, España salía con un 21-22% de economía sumergida, Suecia con un 24% y Alemania con un 19%”. No sabemos si el ministro no considera serio o importante el trabajo de Funcas, el caso es que no se sabe si consuelan las cifras de Suecia y Alemania (“mal de muchos consuelo de tontos”), pero lo cierto es que alivia que no desentonemos demasiado en estadísticas de hechos económicos que no son para presumir, como es el caso de la economía sumergida, algo que ya firmaríamos para los datos del desempleo. Por cierto que Gómez reconoció que España gasta poco en políticas activas de empleo.Pero volviendo al afloramiento de las actividades irregulares, el ministro recalcó que “nunca hemos hablado de amnistía”, sino de regularización, y uno de los instrumentos para luchar contra estos fenómenos será aumentar las sanciones a empresas y trabajadores que hagan uso del empleo no declarado.
En referencia a la reforma del mercado laboral, el ministro también recordó que ninguna ley sirve en sí misma para crear empleo, una tarea que le corresponde al crecimiento económico. El objetivo de la reforma (insuficiente para la mayoría de los expertos) es anticiparse a ese crecimiento y facilitar las contrataciones cuando el PIB muestre mayores bríos. Pero para crecer hace falta crédito, y Gómez se mostró muy crítico con la actual escasez de financiación. En la crisis de principios de los años 90, “el crédito interno crecía al 12% cuando el PIB lo hacía al 0,1, al 0,2 algunos años (como ahora), pero el crédito interno crece en la actualidad muy próximo a cero”. Y lo malo es que ese lubricante de la economía se prevé que siga seco durante una buena temporada.