De no ser por la gravedad de la tensa situación que se vive en el Mar de China y la desconfianza que reina en el triángulo Japón-Corea-China, los últimos episodios de la confrontación entre las dos Coreas moverían más a la risa y la carcajada que a las sesudas sesiones de los estados mayores militares. Visto desde este hemisferio, pareciera como si el inolvidable humorista Gila hubiera irrumpido en medio de las hostilidades entre los dos países, divididos por el paralelo 38.
Resulta que este sábado, Corea del Norte lanzó cientos de globos sobre su vecino del Sur -al menos 330, según reconocen las autoridades de Seúl- llenos de basura y especialmente de excrementos humanos y de otros animales. La totalidad de semejantes bombas estalló en diversos puntos de la capital surcoreana y otras poblaciones adyacentes sembrando de inmundicias las áreas aledañas a los impactos. La población, bien adiestrada en las advertencias para contrarrestar los ataques enemigos, se abstuvo de tocar o revolver en los restos de tales artefactos ante la posibilidad de que, junto a tanta mierda, los norcoreanos hubieran introducido también sustancias tóxicas o virus capaces de expandirse y contagiar a personas que ya no se extrañan de nada en la pugna intercoreana.
La ofensiva de este sábado era la más numerosa, por el número de artefactos de esta especie tan singular, lanzada por Pyonyang en las dos últimas semanas. Dos oleadas sucesivas de este tipo de bombas rellenas de mierda habían encendido las alarmas, pese a llevar inscripciones alusivas que las señalaban como “sincera felicitación”. Las unidades especializadas en descontaminación del ejército surcoreano, lejos de desechar de inmediato el contenido, han procedido a un exhaustivo análisis, que servirá -dicen sus portavoces- para averiguar no sólo el grado de penuria y hambruna por las que atraviesa el régimen de Kim Jong-un, a través de las heces humanas y de otros animales, sino también de los hábitos de consumo, por ejemplo por la gran cantidad de colillas de tabaco peleón incluidas en los globos.
Oh Se-Hoon, alcalde de Seúl, ha calificado de “otra provocación de bajo nivel de Corea del Norte contra nuestras zonas civiles”. Sus represalias no se han hecho esperar, y este mismo domingo han procedido a la reinstalación de potentes cañones de sonido junto a la frontera, con los que atronar de propaganda a quienes se encuentran en las inmediaciones de la zona desmilitarizada.
Diversas organizaciones civiles surcoreanas han procedido por su cuenta, pero con la tácita anuencia de sus autoridades, a lanzar sobre los territorios del norte globos cargados no solo con pasquines contra el régimen norcoreano y el “amado líder” Kim Jong-un, sino también pequeños aparatos de radio con programas sincronizados así como pendrives con memoria USB conteniendo discursos del presidente surcoreano, Yeon Suk Yeol, sacos de arroz y series de televisión, todas ellas con el trasfondo de las profundas diferencias en cuanto a libertades y calidad de vida que se viven a un lado o a otro de la frontera entre ambas Coreas.
Según informa AFP, el Tribunal Constitucional de Corea del Sur había anulado el pasado año una ley de 2020 que criminalizaba el envío de propaganda contra Pyonyang, arguyendo que tal acción limitaba la libertad de expresión. La consecuencia es que ahora no existe base legal alguna que permita al Gobierno de Seúl impedir el envío de tales artefactos llenos de propaganda hacia Corea del Norte.
Al calor de estos hechos, diversas organizaciones de activistas surcoreanos, integradas en gran parte por desertores del régimen del norte, han reconocido haber actuado por su cuenta, y haber lanzado a la zona marítima fronteriza cientos de botellas de plástico conteniendo arroz, dinero surcoreano y memorias USB, para que fueran recogidas por los pescadores del norte. Kim Jong-un ha reaccionado amenazando con enviar cien veces más “bombas de mierda” por cada globo propagandístico que le envie el sur.
Y ya más en serio, el presidente Yoon Suk Yeol ha procedido a la suspensión integral del acuerdo militar de distensión acordado con Pyonyang en 2018. Así, pues, la guerra jamás concluida por un acuerdo de paz entre ambas Coreas sigue, y ahora las hostilidades parece que huelen más que nunca.
Artículo publicado originalmente en Atalayar