Félix de Azúa recibe el galardón de SSMM el Rey

Azúa ha dejado constancia indeleble de su compromiso con las libertades y de su empeño por favorecer el civismo creador.

SSMM el Rey en la entrega del XXXII Cerecedo

Muy buenas noches a tantos amigos de este premio en recuerdo y homenaje a Cuco Cerecedo, algunos desde los inicios, otros más recientes. Para mí —y para la Reina también, claro— es nuevamente una alegría acudir a esta cita, que siempre esperamos con ilusión e interés.

Gracias a todos por venir, por vuestra compañía y apoyo a este Premio Francisco Cerecedo —convocado por la APE y patrocinado generosamente por el BBVA— que es, sin duda, un referente del mejor periodismo; del periodismo comprometido con su función social en el sentido más amplio. No solo la elemental e irrenunciable función informativa, sino también la formativa de una ciudadanía que quiere contar con todos los criterios sólidamente construidos y articulados desde el compromiso firme con la verdad y con el interés general.

En ese sentido, este premio ensalza la aportación y el ejemplo que pueden y deben dar nuestros intelectuales; porque su contribución —y más en estos tiempos— no es que sea necesaria, es que es obligada; representa un imperativo que el intelectual consciente no quiere eludir sino que, por el contrario, asume con la responsabilidad que merece.

Este es el caso de nuestro galardonado en la 32ª edición del Cerecedo, D. Félix de Azúa; al que sincera y afectuosamente felicito en nombre de la Reina y mío, y me permito hacerlo también en el de todos los presentes.

Doctor en Filosofía y Catedrático de Estética, se graduó también como nos ha contado en Periodismo. Ha cultivado todos los géneros literarios con el mayor cuidado del idioma, y ha sumado méritos que le han valido su elección como miembro de número de la Real Academia Española.

Félix de Azúa, siempre en contacto directo con la realidad circundante, ha frecuentado ―en todas sus etapas vitales― la colaboración en prensa con diferentes formatos y publicaciones, y en la actualidad es columnista del diario El País. Su labor ha sido reconocida ahora por un jurado que integra periodistas y escritores de orígenes muy plurales y un bien ganado prestigio.

Nos encontramos ante un barcelonés de nacimiento que ha desarrollado su trayectoria profesional fiel a sus principios y que, como buen periodista, ha dejado constancia indeleble de su compromiso con las libertades y de su empeño por favorecer el civismo creador. Así se le ha reconocido aquí, y, por ello, también aquí, Félix, te damos todos la enhorabuena y te agradecemos profundamente ese compromiso y ese empeño.

Ese mismo compromiso con las libertades que el Premio Cerecedo pone de relieve, nos sitúa, inevitablemente en los momentos difíciles que vive Europa y, al mismo tiempo, nos recuerda el gran éxito colectivo que representó para España su proceso de integración europeo. Tuve oportunidad de subrayarlo el pasado mes de junio cuando celebramos 30º años desde el ingreso de España en las entonces Comunidades Europeas. Y me alegra recordarlo ahora como Presidente de Honor de la Asociación de Periodistas Europeos.
Efectivamente, los últimos decenios suponen –lo decimos a menudo- el periodo de mayor desarrollo social y económico de nuestro país. Suponen también que Europa no es ya, como antes, una aspiración largamente sentida y deseada por muchos españoles, sino una realidad fructífera y enriquecedora, nuestra realidad; porque después de la integración, España ha vuelto a Europa para escribir nuevamente, con sus socios de la Unión, la historia de nuestro continente.

Hace menos de dos meses, y ante el Parlamento Europeo, quise igualmente subrayar la necesidad de que Europa recupere su protagonismo en el mundo; el que merece, el que le corresponde y el que todos deseamos. Y afirmé que es necesario promover un nuevo ideal, un nuevo propósito europeo que movilice a los ciudadanos a favor de la integración y del proyecto de unidad.

En este contexto, el reciente ataque en París a nuestros derechos y libertades fundamentales, como antes en Madrid o Londres ―ciñéndome solo a Europa―, y la crisis migratoria que, con una diversidad de causas tan complejas afecta actualmente a miles de personas y a diversos países de la Unión, han conmovido nuestros corazones y nuestras conciencias.

Ante esta situación hemos de reafirmar, una vez más, el enorme valor de la Unión ante los mayores desafíos. Como dije hace unos días en Berlín, Europa debe actuar unida y solidariamente ante la cuestión migratoria que, en última instancia, evidencia que los valores europeos y el nivel de progreso alcanzado por la Unión son metas anheladas por muchos en el resto del mundo.

Y también debe reaccionar unida y firme ante el reto del terror que busca destruir nuestras libertades. La ola de solidaridad que ha inundado al conjunto de los europeos va mucho más allá de los naturales sentimientos de empatía y fraternidad; supone mucho más que compartir el dolor ante la muerte y la destrucción.

Porque sentir como propios, en estos días, los símbolos del pueblo hermano francés, tan duramente golpeado, es una manifestación clara de que Europa —de que la ciudadanía europea— quiere ser una; y de que este espíritu de unidad europea basada en nuestros valores y convicciones, define ya nuestro presente y determinará cada vez más nuestro futuro.

Los periodistas, como también los pensadores y los creadores, tenéis mucho que decir y aportar en este momento histórico. Los ciudadanos buscan y esperan esa respuesta de informar, formar y explicar, en unas circunstancias ―como las actuales― que no siempre son fácilmente comprensibles.

Y el Premio Cerecedo va sin duda en esa dirección. Gracias de corazón a los que, año tras año, mantenéis viva esta llama de reconocimiento a la excelencia y a los valores periodísticos. Y felicidades una vez más a Félix de Azúa que, en esta edición, tiene el merecido honor de representar esos principios al recibir este prestigioso galardón.

Muchas gracias.

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