Artículo publicado originalmente en Atalayar el 29 de Febrero de 2020
Que un 91% de los españoles desconfíen de los partidos políticos, y que un 75% lo haga además del Congreso de los Diputados y del Gobierno sorprende por su amplitud, no por su novedad. Lo dice el último Eurobarómetro, que es como el CIS pero en serio. Se trata de un dato cuando menos inquietante.
Que tres de las principales instituciones en las que se asienta la democracia española reflejen un rechazo tan brutal por parte de los ciudadanos que al fin y a la postre les votan y les entronizan en el poder, demuestra que ni la democracia parece estar consolidada ni los que teóricamente la lideran han interiorizado que sirven al país y no a lo que decide más o menos omnímodamente el líder, sea este carismático o ni siquiera tanto. La desconfianza, aunque en un tono más moderado se extiende a la Administración pública (58% de rechazo), a las autoridades públicas locales o regionales españolas (57%) y a la Justicia/Sistema Judicial (55%).
Es inevitable poner en relación tan abultado nivel de desconfianza en las propias instituciones con el dato mucho más positivo de que un 86% de los españoles se sienten ciudadanos europeos, solo rebasados por los luxemburgueses (91%), ambos muy por encima de la media de la UE (70%).
No es arriesgado, pues, colegir que una inmensa mayoría de los españoles, de todas las nacionalidades y regiones y de todas las latitudes, confían mucho más en que esa pertenencia e identidad supranacional les facilite la solución a sus problemas muy por encima de la confianza en sus propias instituciones y dirigentes. Y ello, aún a pesar de que, salvo la Comisión Europea, a la que se le otorga un índice de confianza superior al de desconfianza (43% a 41%), tampoco muestran una adhesión ciega a las instituciones de la UE. Cabe interpretar que esa desconfianza se cimenta en la presunta mala gestión de acontecimientos que tocan probablemente muy hondo la fibra de los españoles, por ejemplo en la aplicación de las euroórdenes de detención y entrega a nuestros tribunales de fugitivos de la justicia.
Donde más se aprecia la separación entre los españoles y el resto de los europeos es en el listado de las principales preocupaciones y prioridades. El desempleo (51%) y la situación económica (25%) constituyen, como ya lo eran en 2018, el principal quebradero de cabeza de los españoles, seguidos del futuro de las pensiones (23%) y, a mayor distancia, la sanidad y la seguridad social (13%), así como la inmigración y el medio ambiente (ambos en el 11%).
Los europeos fijan en cambio sus preocupaciones prioritarias en la sanidad y la seguridad social, seguidas del medio ambiente y el desempleo. Este último, sin embargo, una vez separado el Reino Unido, pasaría a ser el primer capítulo en el conjunto de los Veintisiete miembros que conforman ahora la Unión Europea.
Fuerte concienciación ambiental
En el conjunto del estudio, realizado en el otoño de 2019, con una muestra global de 32.543 entrevistas domiciliarias, se aprecia un fuerte aumento en la preocupación europea y española en la preservación del medio ambiente y en la lucha contra el cambio climático. El denominado Pacto Verde Europeo goza de una gran adhesión española, que impulsa que se dé prioridad al desarrollo de las energías renovables y a luchar contra los residuos plásticos, en especial contra los de un solo uso. Un 86% de españoles estaría, además, a favor de una política de energía común entre todos los Estados miembros de la UE.
Un aspecto interesante de esta edición número 92 del Eurobarómetro es que tres de cada cuatro españoles desconfían de las redes sociales. Además, el 83% encuentra a menudo noticias falsas o “fake news”; un 86% cree que estas noticias falsas que distorsionan la realidad son un problema para España y un 89% considera que son incluso un problema para la democracia en general.
La última conclusión señala una gran predisposición española al desarrollo de políticas comunitarias. Casi al 90%, los españoles exigen políticas conjuntas de la Unión Europea sobre migración; sobre seguridad y defensa; sobre política comercial e incluso sobre una política exterior común a todos los miembros de la Unión Europea. En suma, confían y se agarran al clavo ardiente de esa UE, muy por encima por lo tanto de sus propios partidos, diputados y ministros nacionales.