Adam Michnik lamenta que Europa carezca de un gran líder

Adam Michnik

La relación con España de Adam Michnik (Varsovia, 1946) se remonta a los años ochenta. Líder del movimiento disidente polaco, formó parte de la Mesa Redonda que en 1989 decidió una transición semejante a la española para que el régimen comunista se apartara y dejara paso a la democracia.  

Michnik fue uno de los grandes valedores del modelo de transición operado en España y un defensor incansable de una Europa que asumiera y ayudara a integrarse en el modelo occidental a los países que habían padecido los implacables rigores del comunismo soviético.  

Invitado a menudo por la Asociación de Periodistas Europeos fue también uno de los habituales ponentes que cada año se citaban en la sede de la Universidad Menéndez Pelayo en Santander en un seminario sobre Europa Central, que pronto adquiriría la condición de clásico.  

Creador y director de la Gazeta Wyborcza, diario al que convirtió en el más influyente de Polonia, reconoce que aprendió y tomó muchos ejemplos de El País, del que espera ahora “vuelva a la vía buena”. Aunque exhibe su tenacidad y las mismas ganas de siempre de luchar por la consolidación de la democracia en Europa, reconoce que la UE, esa Europa, tiene demasiados enemigos que quieren destruirla: “Rusia quiere apoderarse de Ucrania; a Trump no le gustó nunca el modelo democrático de Europa…, y además tenemos dentro a no pocos socavadores del proyecto de construcción europea: los Orban, Salvini, Le Pen, todos ellos financiados por los Servicios Secretos de la Rusia de Vladímir Putin”.  

Michnik considera superado el debate izquierda-derecha, y cree que la situación se parece peligrosamente a la de los años treinta del siglo pasado. “Entonces el antagonismo era con Adolf Hitler o contra él. Hoy, el enfrentamiento es entre los que defienden la democracia constitucional liberal y los que la quieren destruir”.  

Considera, por lo tanto, que Europa ya está librando una guerra, y que, en consecuencia, sería bueno que replicara ahora el mismo bloque que se armó en el Reino Unido en la II Guerra Mundial, en que laboristas y conservadores unieron sus fuerzas para preservar la democracia. “El problema -subraya- es que hoy carecemos de un gran líder como los gigantes que emergieron entonces, Churchill, De Gaulle, Adenauer…”  

En la conversación abierta que Michnik sostiene en la sede madrileña de la APE, el líder de opinión polaco certifica que “la socialdemocracia está muerta… de éxito, puesto que sus objetivos han sido adoptados y asimilados por todos”. Y, a su juicio, esa misma socialdemocracia, falta de nuevas y ambiciosas metas universales, se ha dedicado a pervertir el lenguaje, al que ha convertido en el lenguaje de una secta. “No permitamos que se consolide esa perversión del lenguaje”, clama Michnik citando a George Orwell.

El autor también se revuelve contra los que quieren reescribir la historia. Cita a Rodríguez Zapatero, queriendo ganar la perdida Guerra Civil, española, pero también los que intentan maniobras parecidas en Polonia respecto de su Constitución de 1921 o en Estados Unidos a propósito de la Guerra de Secesión. “Hay una fuerte tendencia para falsear la realidad histórica de los países”. A su juicio, ello pone las bases para justificar reivindicaciones actuales. Y a este respecto, señala con su característica brutalidad dialéctica que “las cesiones a Cataluña y al País Vasco llevarán no sólo a España en su conjunto, sino también a ambas regiones a la catástrofe”.  

Michnik, galardonado con el Premio Robert Kennedy, el Premio Erasmus y el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, defiende la Constitución Española de 1978 como “el gran ejemplo de cómo tratar las diferencias”, a la vez que enfatiza cómo PSOE y PP siempre dirimieron sus discrepancias dentro de la Constitución. “Ahora observo que hay fuerzas políticas que transgreden la norma fundamental del país”.  

Por supuesto, reivindica la figura del líder del sindicato Solidaridad, Lech Walesa, al que califica de “mito semejante al San Jorge matando al dragón”. Dice ser innegable que Walesa cambió el curso de la historia, pero tampoco tiene empacho en afirmar que “Walesa no fue un buen presidente; liderar con éxito una gran huelga general e indefinida con millones de seguidores no te capacita para ser un buen presidente de la nación”. Michnik relata que, cuando dejó de serlo, Walesa tardó mucho tiempo en asimilarlo. “Le extrañaba que ya no sonara el teléfono, si bien él mismo ya no tenía a nadie a quién llamar…” 

Esta antología, titulada “Elogio de la desobediencia” (Ed. Ladera Norte, 247 págs.) se cierra con el epitafio a Aleksiey Navalny, el “heroico demócrata que entregó a Rusia su talento, su pasión y su corazón valiente, en fin, su vida”. Michnik le considera víctima de la guerra que Putin libra contra la sociedad civil en Rusia. “Porque es menester recordar -subraya- que la invasión criminal de Ucrania por parte de Putin fue precedida por su agresión contra la sociedad rusa independientemente del poder, contra esa Rusia que está siendo asesinada, ultrajada y encarcelada”. 

Artículo publicado en Atalayar

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