Alteza real, señoras y señores. En las fechas en que celebramos el XXV aniversario de la Constitución de 1978, la sección española de la APE ha otorgado el premio Francisco Cerecedo a un periodista insigne de la radio. A un incansable luchador por las libertades en los tiempos más difíciles, a un intérprete riguroso de la información, y a una voz clara y matinal, racional y calurosa que sirve diariamente de guía a millones de oyentes. Ciertamente el premio que recibe hoy Iñaki Gabilondo de las manos de Vuestra Alteza, corresponde al carácter que imprimió al periodismo Francisco Cerecedo, es decir, la curiosidad, la precisión, el valor, la elocuencia rápida y sin aceptación el servicio minucioso a la verdad y a la justicia, la ironía que nunca llega a la burla, el sarcasmo que nunca llega a la injuria, la responsabilidad y la profesionalidad.
Iñaki Gabilondo, donostiarra de 1942 dirigió ya una radio a los 25 años. En 1983 luego de una experiencia en la televisión que probablemente le enriqueció, regresó a la Cadena Ser donde había estado ya y donde ha sido reconocido como uno de los periodistas más señores, más influyentes de los últimos años. El jurado del Premio Cerecedo consideró a Iñaki Gabilondo como el exponente máximo del periodismo libre, y quiero añadir que es también un exponente notable de objetividad, esa virtud que sólo practican aquellos que no temen la soledad. La objetividad, sobretodo en nuestra profesión de periodistas, no implica liberarse de la propia individualidad, no significa tampoco neutralidad, pues eso sería objetivismo, sino que es apurar el conocimiento de los hechos en cuanto primera obligación ética hasta penetrar su último sentido. En ese aspecto Iñaki Gabilondo es un exponente notable de objetividad.
Alteza, la APE de la que vuestra alteza es presidente de honor, ha recorrido ya un camino largo, no exento de dificultades, fructífero en grado sumo y siempre fiel a los principios de la libertad que incluyen el de la libertad de expresión y el europeismo. La Asociación alcanza su plenitud institucional cuando celebramos, como decía al principio el XXV aniversario de la Constitución más estable y sobria de las cuatro constituciones progresistas que la precedieron, la de 1812, la de 1837, la de 1869 y la de 1913. Es la más estable de las Constituciones progresistas que hubo en España en cuanto es la más conciliadora, la más equilibrada, la mejor acordada y la más justa. Sería una locura destruir esta estructura de coherencia y de coagulación española.