Discurso de Carlos Casares en la entrega del XVII Premio de Periodismo «Francisco Cerecedo»

Carlos Casares saluda a SAR el Príncipe de Asturias a su llegada a la ceremonia de enterga del Premio

Cuco Cerecedo fue un excelente periodista español nacido en Galicia, concretamente en la ciudad de Vigo, puerto occidental abierto al Atlántico desde el cual cabría decir, con un poco de humor galaico que Cuco Cerecedo cultivó con intensidad y agudeza a lo largo de su vida, que en los días claros de luz limpia y azul, esforzando tal vez un poco la vista y algo menos quizás la imaginación, se podrían ver a lo lejos, entre calimas y brumas, los rascacielos de Nueva York. Quiero decir con esta sencilla metáfora que Cuco Cerecedo, nacido y criado en una parte de este bello mosaico que hoy llamamos la España diversa y plural, fue ciudadano del mundo, abierto al horizonte, siempre necesario para entender la historia y practicar la convivencia, de lo universal. No podía ser de otra forma en un hombre dotado de inteligencia, de honestidad y de bondad.

Si la primera, es decir, la inteligencia, no tiene por que contarse entre sus méritos personales, aunque sí entre sus virtudes, las dos segundas, o sea, la bondad y la honestidad, forman parte entera de su biografía. Se ha convertido en un lugar común decir que a partir de cierta edad, todos somos responsables de nuestros rostros. Esperemos que no llegue nunca a convertirse en tópico, en cambio, el hecho cierto de que siempre seremos responsables de nuestro sentido moral y de nuestro comportamiento. Cuco Cerecedo, como ser humano y como periodista, fue un profesional honesto dentro de un oficio que requiere ese valor para contar fielmente la verdad de lo que ocurre, de la misma manera que una sociedad necesita de la libertad para respirar y para vivir y para no perderse en aventuras dolorosas para todos, excepto para aquellos que se las imponen por la fuerza a los demás. Esa fue la sencilla lección que nos dejó el hombre al que hoy queremos recordar.

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