La tecnocracia como vacuna contra el caos, por Ana Alonso

Los gobiernos tecnócratas, una fórmula muy italiana, permiten salvar el bloqueo político pero son una solución de urgencia

Mario Draghi

Artículo publicado por Ana Alonso en El Independiente el 7 de febrero de 2021.

«Debemos construir una sociedad en la que cada uno haga aquello en lo que es mejor». Sostenía Platón en La República que el gobierno correspondía a los mejores, a los virtuosos, y así se podía lograr una sociedad justa. Platón creía que la tiranía surgía de la democracia, pero la democracia en tiempos de Platón dista mucho del sistema político que ahora conocemos. Entonces era el gobierno de la multitud, sin las limitaciones que marca la ley y la separación de poderes. ¿Es la tecnocracia una vacuna contra el caos? En caso de crisis, ¿es deseable recurrir a los mejores y dejar de lado a los políticos?

Como señalaba The Economist, en un artículo titulado Minds like Machines, la tecnocracia fue en tiempos una idea comunista: con el proletariado en el poder, la gestión podía dedicarse a los expertos. Pero el recurso a los científicos y expertos también se hizo popular en el capitalismo, especialmente en el periodo de entreguerras. Se usó el término por primera vez en marzo de 1933″.

En China se ha recurrido a los expertos en numerosas ocasiones para formar parte del Comité Permanente del Politburó. Como el poder político no es contestado, el conocimiento científico o económico, el expertise, es una baza importante. Lo fue especialmente con la generación Mao, ya que muchos cuadros políticos carecían de formación.

Singapur es quizá el paradigma de la tecnocracia. Los componentes políticos y técnicos se combinan hasta confundirse.

En Italia están ahora en vías de formar un gobierno encabezado por un tecnócrata. Y no es la primera vez. El número dos de Fuerza Italia y ex presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, se ha referido a la nueva formación del gobierno en Italia, a cargo de Mario Draghi, cómo la búsqueda de «un gobierno de los mejores, no de la creación de una nueva mayoría».

Mario Draghi, considerado como «el salvador del euro», es un tecnócrata por excelencia. Toda su trayectoria profesional está vinculada a la economía, desde la universidad hasta el Banco Central Europeo, donde imprimió su sello con el archirepetido whatever it takes. Hizo lo que era necesario para rescatar el euro y ahora es Italia la que necesita su buen hacer.

De esta manera, Italia se dispone a sentar las bases de un nuevo gobierno encabezado por un tecnócrata, que tiene más un perfil presidencial que de jefe de gobierno. Salvo la líder de Fratelli d’Italia, Giorgia Meloni, el resto de los dirigentes de las principales fuerzas políticas parlamentarias están abiertas a darle su confianza. Los antisistema del Movimiento Cinco Estrellas sacrificarán sus principios originarios a cambio de que se forme un gobierno sostenible.

Queda aún por saber cómo sería la composición de los ministerios y eso podría dar lugar a sorpresas. Pero la perspectiva de elecciones anticipadas en plena pandemia, y con los fondos de recuperación europeos encima de la mesa, inclina a la mayoría a dar luz verde a un gobierno Draghi.

Desde 2008 en Italia no hay un primer ministro salido de las urnas. El último fue Silvio Berlusconi. No todos han sido tecnócratas, sino fruto de alianzas. La más insólita fue la que pactaron el Movimiento Cinco Estrellas, populista antisistema, y la Liga, nacionalpopulista, en 2018.

Recurrieron a un académico, Giuseppe Conte, para encabezar el gobierno. Y Conte sobrevivió a este matrimonio de convivencia y se mantuvo como jefe del Consejo de Ministros con la coalición de los grillini y el Partido Democrático, e Italia Viva.

Acabó sus días en el Palacio Chigi cuando el líder de Italia Viva, Matteo Renzi, le retiró su apoyo el pasado 13 de enero por haber sido apartados sus ministros de las negociaciones sobre los fondos europeos. Conte intentó seguir adelante pero el 26 de enero vio que era imposible y presentó su renuncia.

Renzi, quien fuera el primer ministro más joven de Italia con menos de 40 años, es el principal defensor de un gobierno con Draghi a la cabeza. «Es un seguro de vida para nuestros hijos y nuestros nietos», ha dicho el líder de Italia Viva.

Italia, laboratorio político
«Los gobiernos de tecnócratas son una solución muy italiana. Ya lo han ensayado otras veces. En los últimos 30 años lo han ensayado mucho (Ciampi, Dini y Monti). Es algo muy italiano. Están los gobiernos tecnocráticos puros como el de Monti. O políticos con un tecnócrata al frente, como es el caso de Conte. Es difícil a partir de la experiencia italiana decir si es bueno o malo. No conozco nada parecido en Europa. Solo ocurrió en Grecia en lo peor de la crisis, en 2011, con Lukas Papademos, ex vicepresidente del BCE», afirma Ignacio Molina, investigador senior del Real Instituto Elcano.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial Italia ha visto pasar 66 gobiernos. La media de duración es de un año y dos meses. Tres gobiernos han sido encabezados por tecnócratas hasta ahora.

Los tres fueron encabezados por banqueros de prestigio: Carlo Azeglio Ciampi, ex gobernador del Banco de Italia (29 de abril de 1993 a 13 de enero de 1994); Lamberto Dini, ex director general del Banco de Italia (17 de enero de 1995 al 11 de enero de 1996), y Mario Monti (16 de noviembre de 2011 a 21 de diciembre de 2012), que había sido comisario de Mercado Interno y también de Competencia.

Según Andrea Betti, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas, «estos gobiernos de tecnócratas son consecuencia del sistema fragmentado y débil que existe en Italia, donde es habitual que no haya mayorías claras».

A quienes plantean que se trata de una salida antidemocrática Betti les responde de forma tajante: «No es antidemocrático. Italia es un sistema parlamentario, no presidencial. El ciudadano no elige al gobierno. Los que hablan de que no es democrático no conocen realmente el parlamentarismo o no lo respetan. Dicho esto, creo que no se debería abusar porque puede dificultar el rendimiento de cuentas. Son gobiernos para situaciones excepcionales. Y en Italia hay demasiadas emergencias».

El politólogo Guillem Pursals detalla cómo hay gobiernos tecnócratas puros, los menos, como el que lideró Mario Monti en Italia. Otros casos son los de gobiernos con tecnócratas, de izquierdas o de derechas, es decir, con ministros técnicos. Así ha sido en Alemania con Merkel y Schröder, en el Reino Unido con Blair, Brown y Cameron, en el Portugal de Passos Coelho o incluso con Rajoy en España.

«No diría las políticas impulsadas por gobiernos o ministros técnicos han sido un fracaso o un éxito. En una situación de crisis global se han dado infortunios, pero lo son más por políticas gubernamentales impopulares que se presentan como técnicas para justificar su adopción. En un mundo interconectado las políticas no dependen de un solo gobierno. Es importante no confundir una medida impopular con una medida fracasada», señala Pursals.

Impensable en España
En Italia el recurso a los tecnócratas es posible, debido a su sistema político. El presidente de la República no es un mero notario. Lo es si hay mayorías claras, pero en el caso de que los partidos no lleguen a acuerdos puede desempeñar un papel activo. Es cuando se forman los llamados «gobiernos del presidente».

«En Italia tienen un jefe del Estado con bastante poder. En caso de bloqueos, el presidente de la República puede acudir a alguien técnico y eso hace que los partidos en el Parlamento se pronuncien. Es una manera de romper el bloqueo político. Pero es difícil que pueda aplicarse en otros casos. En España, por el hecho de ser una monarquía, se impediría este recurso. El rey no tiene esa autoridad. La idea de que el jefe del Estado se saque de la mano un técnico, pero en una monarquía sería impensable», apunta Ignacio Molina, del Real Instituto Elcano.

Efectivamente en 2015 y 2016, cuando parecía imposible romper con el bloqueo político en España hasta el punto de que se repitieron las elecciones legislativas en un plazo de seis meses, hubo voces que pedían un gobierno de concentración liderado por una personalidad ajena al Parlamento.

«En determinadas circunstancias sería partidario de un gobierno técnico pero debería estar liderado por quien gane las elecciones, con un perfil más técnico o más político. En Italia ahora, cuando se trata del reparto de los fondos, sí se dan las circunstancias», explica Javier Redondo, profesor de Política y Gobierno en la Universidad Francisco de Vitoria.

¿Funcionan o no las tecnocracias?
Desde 2008, con la crisis financiera, surge la división entre tecnocracia e ideología. Y después de esa crisis surgieron movimientos antisistema y populistas como rechazo. De hecho, muchos de ellos utilizan despectivamente el término «eurócratas» o «tecnócratas» para dirigirse a quienes están a cargo de las instituciones europeas. Es el caso de Pablo Iglesias, actualmente vicepresidente segundo del gobierno, en 2014.

Hay una crisis de representación de los partidos tradicionales, de la que dio cuenta Peter Mair en Gobernando el vacío. Mair arrancaba su obra póstuma con una sentencia impactante: «La era de la democracia de partidos ha pasado». Alude a la desconexión entre los partidos y sus votantes. Ese burocratismo de los partidos desembocó en el auge de los populismos.

De ahí que los gobiernos de tecnócratas suelen temerse porque alientan esa desconexión. «El riesgo es que surjan fuerzas que lo consideren una perversión de la democracia», señala Redondo.

Sin embargo, este argumento de que no son democráticos se desmorona. Son gobiernos que han de ser aprobados en las Cámaras y que han de atenerse a la Constitución.

Que un gobierno sea tecnócrata no le da garantías de éxito. Un buen filósofo o un excelente economista no tiene por qué ser excelente como gestor. Pero está liberado del cortoplacismo de muchos políticos actuales. Además, un gobierno es un equipo que ha de estar bien dirigido y bien cohesionado.

«Si los representantes de la ciudadanía consideran que es correcto que haya un gobierno técnico será porque indirectamente los ciudadanos lo apoyan. Sin embargo, muchas veces se destaca que un gobierno tecnócrata carece de ideología, y no es así. Buscar la eficiencia económica y tomar decisiones políticas se hace con la ideología, pero a veces, esta se oculta porque es impopular», apunta Guillem Pursals, politólogo y máster en Seguridad.

Los tres gobiernos de tecnócratas que Italia ha conocido en los últimos 30 años han sobrevivido un año, la media de los gobiernos en este país. En la actualidad. las próximas legislativas están convocadas para 2023, pero antes se tendrá que elegir presidente en enero de 2022. No es una elección directa; se realiza en el Parlamento.

En el caso de los gobiernos técnicos en Italia, Jorge del Palacio, profesor de Historia del Pensamiento Político y de los Movimientos Sociales en la Universidad Rey Juan Carlos, «si nos atenemos a los objetivos para los que se convocaron, han funcionado. Ciampi y Dini fueron una salida cuando se negociaba el euro. Pero el gobierno tecnocrático introduce una tensión importante porque los partidos están para detentar el poder. Ofrecen una ventana de oportunidad para quienes quieren hacer oposición con el argumento de que esos tecnócratas no han sido elegidos por las urnas».

A su juicio, la ventaja que ofrecen es que «los partidos en momentos de crisis no quieren asumir la responsabilidad de adoptar medidas complicadas. Tal fue el caso de Monti, que luego cometió el error de querer participar en política y entonces le fue mal».

La ventaja que tiene Draghi con respecto a Monti es que su misión va a ser repartir, no recortar, según Del Palacio. Sin embargo, estos gobiernos no son muy duraderos. Un año a lo sumo. En el caso de Draghi, sería el tiempo suficiente para presentar el plan de recuperación, en el que Italia podrá acceder a 209.000 millones de euros, y esperar a que se elija al sucesor de Sergio Mattarella, en enero de 2022.

Es precisamente ese electoralismo continuo de los partidos políticos actuales lo que evitan estas fórmulas. Como señala Pursals, «las medidas tomadas por un gobierno de técnicos, o un gobierno tecnócrata o con ministros tecnócratas en una etapa de crisis, entrañan peligros, como pueden ser una enorme insatisfacción y la pérdida de legitimidad institucional por las decisiones tomadas, pero también eliminan toda ‘la pompa y circunstancia’ que destilan los partidos que solamente piensan en hacer campaña continua, y no toman algunas decisiones por miedo a perder un puñado de votos».

En suma, el mayor peligro de los gobiernos de tecnócratas proviene de su origen. Suelen ser la última opción cuando fracasa la política. El estadístico Jan Fischer, a quien recurrieron en la República Checa para presidir el gobierno en 2009 cuando colapsó el gobierno en pleno semestre de presidencia europea, dijo al dejar el cargo que la gente debería «rebelarse contra este tipo de gobiernos».

Si los políticos solo se están fijando en ganar las próximas elecciones dejan de hacer política, es decir, de gestionar y buscar soluciones a los problemas de la ciudadanía. Ese es el problema.

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