La Asociación de Periodistas Europeos ha tenido a bien adherirse al Movimiento del 9 de mayo, que pide una hoja de ruta ambiciosa y concreta para reinventar la UE.
Al igual que el Brexit, la victoria de Donald Trump nos ha vuelto a sorprender. La mayoría de nosotros estábamos convencidos de que el enfoque razonable del debate político iba a prevalecer sobre un discurso populista.
Ahora bien, las causas del Brexit y de la victoria de Donald Trump son en gran parte las mismas: el aumento de las desigualdades, el ascensor social que no funciona, el miedo a la pérdida de identidad acrecentado por el temor a la inmigración en masa, el olvido del tema social, un sistema educativo y cultural deficiente, la desconfianza hacia unas élites obsesionadas por sus intereses personales y unas instituciones públicas consideradas costosas e ineficaces.
En ambos casos, las consecuencias para los europeos y para el mundo son importantes. Al riesgo de desintegración de la Unión Europea (UE) provocado por el Brexit, se le añade el de un alejamiento progresivo entre EE UU y la UE y el final del mundo de la posguerra basado en el multilateralismo y el liderazgo benevolente de EE UU. El presidente electo ha sido claro: a partir de ahora, los europeos tienen que encargarse política y financieramente de su seguridad. Lo único que hace es acelerar la dinámica que ya existe desde la caída del Muro de Berlín hace 27 años. Por último, estos acontecimientos alegran a los populistas del Viejo Continente ahora que se van a celebrar comicios electorales o refrendarios importantes en los próximos meses en Austria, en Italia, en Holanda, en Francia y también en Alemania. Los partidos moderados se ven amenazados en todas partes.
Por tanto, hay que actuar con urgencia.
Si nosotros, los europeos, no aprendemos rápidamente las lecciones de estos acontecimientos, es más que probable que se produzca el desmoronamiento de la UE y la marginación de nuestros intereses y de nuestros valores en un mundo en el que dentro de poco solo representaremos el 5% de la población y en el que ningún Estado del continente formará parte del G-7. Ya no tendremos entonces medios para hacer que nos escuchen ni para garantizar nuestra seguridad ahora que las amenazas se multiplican en todas nuestras fronteras. Nuestros intereses económicos y comerciales –los de la primera potencia exportadora mundial– serán cada vez más difíciles de defender ahora que la tentación proteccionista resurge con fuerza en todas partes. Nuestra visión de un desarrollo sostenible del planeta será papel mojado. Nuestros modelos sociales basados en la redistribución y en unos servicios públicos eficaces ya no podrán financiarse. Ninguno de nuestros Estados puede aportar por sí solo unas soluciones adaptadas a estos desafíos.
Por tanto, más que nunca, la unidad europea es indispensable. Es urgente dotarse de medios para reconciliar a nuestros ciudadanos con el proyecto europeo y para inventar esa Europa del futuro portadora de esperanza para todos. Tiene que volver a centrarse en los ciudadanos y demostrar que responde de forma eficaz e igualitaria a los intereses de todos los ciudadanos europeos y no solo de sus élites. Esta es la convicción que impulsa al Movimiento del 9 de mayo iniciado por ciudadanos y personalidades de todos los ámbitos, de todas las procedencias y de todas las sensibilidades del continente para que Europa elabore sin demora una hoja de ruta ambiciosa, concreta y pragmática. Su reto: reducir concretamente las desigualdades, reactivar el crecimiento, dar una respuesta de envergadura al desafío migratorio, reforzar la seguridad de sus ciudadanos, proseguir la democratización de la UE y volver a colocar la educación y la cultura, la base de nuestras identidades democráticas, en el centro de la UE. Algunas de nuestras propuestas emblemáticas son la creación de un Erasmus de alumnos de secundaria, un I+D común en materia de defensa, la duplicación inmediata del plan de inversiones conocido como plan Juncker y unas listas transnacionales para las próximas elecciones europeas.
Las instituciones europeas, que han aceptado algunas de nuestras orientaciones y adoptado la idea de una hoja de ruta, nos han escuchado en parte.
Pero, hoy en día, hay que ser más ambiciosos, y ha llegado el momento de dotarse de una verdadera política exterior y de defensa europea. Es hora de que la UE acepte que es una gran potencia política, democrática, cultural, social, económica y ecológica. La cumbre europea que se celebrará en la capital italiana el próximo 25 de marzo con ocasión del 60º aniversario del Tratado de Roma tiene que ser el momento en que la UE resurja con fuerza. También tiene que constituir una oportunidad para reforzar la democracia en Europa desarrollando unas modalidades de democracia deliberativa que permitan efectivamente a los ciudadanos establecer las prioridades del proyecto europeo e inventar los derechos y las libertades del siglo XXI. Sin este nuevo impulso político orientado hacia nuestros conciudadanos, los demonios populistas, que ya casi han provocado nuestra destrucción, vencerán. La Historia varía en sus formas, pero el resultado sería igual de desastroso. Es muy probable que la UE no celebre su 70º aniversario.
Esta reacción solo será posible si las decenas de millones de ciudadanos que comparten nuestra ambición se movilizan para que nuestro continente tenga un futuro. Por eso crearemos el próximo mes de enero una plataforma cívica federativa y por eso hemos iniciado en Europa convenciones cívicas para hacer que nuestra voz se oiga colectivamente. Después de la del 15 de octubre en París, se celebrarán otras en Bratislava, Berlín, Roma y Bruselas. Invitamos a todos lo que quieran transformar Europa a unirse a nosotros.