Muy buenas noches a todos.
Este Premio de periodismo, que concede la APE en recuerdo de Cuco Cerecedo, a través de sus 31 ediciones, se ha convertido en un verdadero clásico del otoño Madrileño. Es una cita que permite vernos y saludarnos; cambiar impresiones; incluso, aunque sea brevemente, hacer balance de un año y compartir vivencias; Y, en todo caso -y entre periodistas-, necesariamente tomar el pulso a la actualidad. Es, por tanto, una cita de colegas, de amigos y conocidos que se reúnen —que nos reunimos— en torno a la figura que fue de Francisco Cerecedo, gracias a la generosidad de nuestro patrocinador.
Desde los comienzos -llevo 32 años presidiendo honoríficamente la sección española de la APE-, he tenido la satisfacción de haber entregado este premio, primero solo y luego junto a la reina, en muchas ocasiones -creo que con esta ya suman 25. Y, aunque nos sentimos tan ligados a este encuentro, en un año tan especial para nosotros, nuestra presencia hoy aquí va más allá de una mera tradición o buena costumbre; era, es, una presencia no obligada sino querida y deseada.
No es necesario decirlo, pero lo digo porque lo siento, que la Reina y yo estamos encantados de compartir esta noche con todos vosotros. Gracias a todos por vuestra bienvenida y por vuestro afecto. Y también a muchos otros por vuestra felicitación.
Pero el Cerecedo es, sobre todo, una ocasión para recordar a nuestros galardonados y al mismo tiempo ensalzar los méritos de quien se incorpora a su brillante y excelente nómina de premiados. Una cita, en suma, para celebrar el buen periodismo:
Ese buen periodismo que reconoce y premia la trayectoria de una persona que con imágenes o viñetas, en apenas segundos, es capaz de hacernos sonreír, de emocionarnos o de despertar nuestras conciencias.
Ese buen periodismo que, aunque parezca fácil hacerlo —sabéis que no lo es—, informa responsable y adecuadamente al ciudadano.
Ese buen periodismo que hace algo más que juntar frases. Decía John Banville el mes pasado en Asturias que no puede imaginar una existencia más privilegiada que haber dedicado su vida a batallar con las frases, a las que consideraba el invento más transcendental de la Humanidad.
Ese buen periodismo, en fin, que invita a la reflexión, que suscita dudas, que estimula la crítica, que ayuda a formarnos criterio.
Ese periodismo, es siempre necesario, es imprescindible.
Y distinguir a José Antonio Zarzalejos, a un periodista especial, a un auténtico profesional de este oficio tan difícil como extraordinario, me da la oportunidad de expresar, a través de la mención de sus cualidades y merecimientos, la relevancia de ese buen periodismo.
El premiado de esta XXXI edición, se incorpora a una nómina de máximo prestigio que ha ido sumando, año tras año, a los grandes del periodismo de España y de otros muchos países.
José Antonio Zarzalejos tiene en su trayectoria una larga lista de méritos desde sus primeras colaboraciones en “El Correo” de Bilbao, donde ejerció en tiempos muy difíciles también como director, hasta sus dos etapas en la dirección del “ABC” y su colaboración como columnista en “La Vanguardia” y en “El Confidencial”. Su escritura quiere siempre aportar esclarecimientos que permitan a los lectores formarse su propia opinión.
Nuestro galardonado siempre ha buscado la excelencia en el periodismo entendido como un servicio público, un periodismo que se preocupa por la verificación y por la puesta en contexto, que aporta inteligibilidad, que articula el debate cívico y que contribuye a la plena vigencia de las libertades sin las cuales no sería posible un sistema democrático.
Nuestro premiado sabe bien que nada sucede en el vacío del laboratorio, sino en una atmósfera bajo diferentes condiciones de presión y temperatura; sabe bien que el profesional comprometido ha de encaminar su labor tomando como referencia indispensable la consideración debida al rigor, la verdad y el respeto al lector.
En su brillante trayectoria, Zarzalejos ha actuado siempre con gran profesionalidad, ha buscado en todo momento sembrar y favorecer el entendimiento por encima del encono y el antagonismo, evitando el narcisismo. Y lo ha hecho tratando de entender las posturas ajenas, en lugar de imponer las propias, convencido de que el pluralismo enriquece.
Los periodistas sabéis que no hay seguridad al servicio de la verdad, que los medios de comunicación se deben a la misión de contribuir a articular una sociedad más formada, informada y, por ello, más libre; que las instituciones son básicas y que a ellas les corresponde dirimir nuestros conflictos, y, en fin, que la prensa en un sistema de libertades públicas no “acampa extramuros”, sino que también forma parte vigilante de ese mismo sistema. Y como tal, debe estimular los comportamientos cívicos. Ese proceder impide la desafección y recupera lo mejor de nosotros mismos. Una tarea que no solo vale la pena, sino que es totalmente necesaria.
No quiero terminar mis palabras sin una mención muy especial. Siempre tenemos en el recuerdo a Cuco Cerecedo a Cándido, a Luis Carandell y a Xavier Batalla. Pero hoy quiero tener también un recuerdo muy sentido para Juby Bustamante y para Concha García Campoy. Hoy no están físicamente con nosotros; pero recordarlas nos permite mantenerlas vivas en nuestra memoria y sentirlas a nuestro lado.
Felicidades de corazón José Antonio por este premio tan merecido. Ánimo en tu tarea y gracias por tu contribución al buen periodismo; que es contribuir al progreso de la sociedad y por tanto, al progreso de España.
Muchas gracias.