Artículo publicado originalmente en La Vanguardia por Miguel Ángel Aguilar el 20 de Noviembre de 2018.
El foro reunido en La Antigua por la Asociación de Periodistas Europeos y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, con patrocinio de Telefónica, Banco Santander e Iberdrola, días antes de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, fue una muy interesante ocasión de conocer de viva voz la tarea que cumplen los jóvenes periodistas del continente. Su empeño reside en iluminar las zonas más oscuras y conflictivas de sus países, de cuya cobertura informativa muchas veces han desertado los medios de comunicación más prósperos y mejor establecidos.
Emocionaba escuchar a colegas de Venezuela, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Brasil y España dando cuenta de cómo atienden deberes de primera línea. Porque ahora que todo es ruido y confusión, ahora que en las redes sociales el anonimato opera como sistema de envalentonamiento de los cobardes imbuidos de impunidad, se pudo observar la diferencia abismal que suponen las tareas de verificación y esclarecimiento cuando son asumidas desde el limpio compromiso profesional por gentes con conciencia de servicio cívico a su comunidad.
Habrá que volver sobre la cuestión, pero sabemos que es imposible la vertebración de una comunidad política si no está articulada una comunidad informativa en los mismos territorios en que la primera dice asentarse. Sin un periodismo que emplace con exigencia a los poderes públicos y privados, las instituciones democráticas se degradan. Y se comprueba que ni la democracia ni las libertades se alcanzan de una vez para siempre. Están permanentemente sometidas a los agentes de la erosión.
Mientras, esos breves días conmovieron a los españoles que contemplaron el impecable urbanismo de La Antigua, la dignidad con la que han sido integradas las ruinas de terremotos y erupciones, la manera en que se ha evitado la conversión de la ciudad en parque temático. De la ciudad fue alcalde Bernal Díaz del Castillo y aún pueden encontrarse los testimonios de las calles donde se ubicaron la primera imprenta y la primera universidad de América Central. De lo que no encontramos rastro fue de acuartelamiento alguno. Continuará.